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El Pinguino Rey se asienta en parque fueguino propio

cronica
08/02/2016 a las 16:30
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Estudios científicos los califican como “circumpolares”, es decir, es posible encontrarlos en diversos puntos de las costas que son bañadas por esas frías aguas. La presencia de estas singulares aves se hace notar desde el inicio de la primavera, es decir, desde inicios de octubre y se prolonga hasta fines de febrero y comienzos de marzo.

Hace ya unos años, Rubén Cayupel sufrió las burlas de algunos amigos de pensión en Porvenir porque les comentó que en su camino de trabajador del campo y bajando para la ciudad por unos días, se había cruzado con unos “tremendos pingüinos”.

Las risas lo anduvieron molestando y, peor aún, cuando se repitieron por un par de días y, para completarla, cuando se enteró, por una amiga, que lo habían apodado “El Pingüino Chico”, aludiendo a su estatura y forma de caminar y para diferenciarlo de los que había descrito.

Quiso reaccionar, pero ya era muy tarde y poco tiempo después, se vino al continente, a trabajar en otra estancia, sin mencionar su encuentro con las aves marinas que empezaban a llegar a lo que hoy es un área protegida.

Su compadre Alberto Chávez, quien narró el cuento, cuando lo despidió en el bus que llevaría a Cayupel hasta Puerto Montt, le recordó la historia.

Su amigo se enojó “me mentó la madre” y subió al bus: “nunca más escribió ni llamó ni nada. Se borró, se perdió, porque siempre alegó que él no era un mentiroso, ni venía curado ni sufría visiones. Y sabe que por este diario le pido perdón porque leí que donde mi compadre afirmó que había pingüinos, realmente los había y yo mismo, el año pasado, a fines de noviembre, principios de diciembre, los fui a ver y ahí estaban con sus crías. Era cierto lo que contó “El Pingüino Chico” y los Emperadores miden como un metro de altura y son bien bonitos”, dijo Chávez, quien espera que alguien le haga llegar este diario para hacerle justicia a su ahora ex amigo y él quedar tranquilo.

El parque

Hace ya unos cinco años que la colonia de Pingüino Rey se ha ido asentando (y apoderando) de parte de un predio perteneciente a la estancia “San Clemente”, situada a unos noventa kilómetros al sur de la capital de Tierra del Fuego.

El camino, de tierra, es sinuoso, pero el paisaje fueguino sobrecoge por su singular belleza, por el viento, por la lluvia o por un sol esquivo, pero que cuándo aparece, a más de alguien se le oye decir: “está picando fuerte caregallo” o “el caregalleta”.

Los integrantes de la colonia no se asustan con la presencia de los humanos. Como buenos soberanos, parecen mirar con indiferencia y hasta desdén a los visitantes que cruzan el Estrecho de Magallanes, que almorzaron en Porvenir y de allí, rumbearon hasta el fondo de Bahía Inútil o bien, llegaron temprano para seguir más al sur de la isla o devolverse por donde vinieron para retornar a Punta Arenas o seguir hacia la parte argentina de Tierra del Fugo.

La presencia de estas singulares aves se hace notar desde el inicio de la primavera, es decir, desde inicios de octubre y se prolonga hasta fines de febrero y comienzos de marzo, cuando inician el regreso a sus tierras ancestrales, que cerca no están.

Estudios científicos los califican como “circumpolares”, es decir, es posible encontrarlos en diversos puntos de las costas que son bañadas por esas frías aguas.

Esos mismos estudios han señalado que los miembros de la Colonia asentada  al fondo de Bahía Inútil pudo provenir del archipiélago de las Falklands o Malvinas o de las Georgias del Sur, debido al aumento de la población de ejemplares en esos lugares, lo cual haría escasear el alimento y “hacer estrechos los sitios de nidificación” dado que ya no se les persigue como antaño.

Estos ejemplares tienen “prestancia real” si se les compara con los pingüinos Papúa o los de Humboldt y, en verdad ya para refrendar los que vio Cayupel, efectivamente “son tremendos” si se considera que son aves marinas migratorias.

Pueden alcanzar hasta un metro de altura, aunque promedian los 95 centímetros de “estatura”; pueden llegar a pesar entre 15 y 20 kilos; tienen la espalda y las alas gris negruzca; su pecho es blanco invierno (dicen algunos) y en la parte superior de él y en parte de su cuello, presenta un color anaranjado, visible desde lejos, coronado por una cabeza negra y dotada de un pico puntiagudo (temible, según quienes han osado acercarse demasiado y recibido más de un picotazo defensivo).

Una vez apareados, el macho y la hembra se turnan para incubar  el huevo, de unos 120 milímetros  de longitud y otros 85 de ancho, con un peso que puede alcanzar casi el medio kilo, o sea, poco más de 400 gramos: y en caso de descuido de sus padres, se transforman en apetitosos bocados para otras aves, como la gaviotas, o, en el caso fueguino, de algún zorro o perro asilvestrado que pudieran merodear por allí.

Al cabo de unos cincuenta días, nace un voraz polluelo o pichón desnudo, que, a poco más de una semana, se cubre de un pelaje castaño que, entre otras cosas, los diferencia de los mayores.

El Pingüino Rey debe y logra alimentarse bien en las aguas de Bahía Inútil porque allí se encuentra krill, base de la alimentación de las especies que llegan a esta zona austral y a los mares antárticos; peces, pulpos, crustáceos y calamares: no es malo, además, tener que alimentar a la cría.

Los cuidados

Aunque parece ser bastante indiferente a la presencia humana, tanto la Conaf como los responsables privados de este asentamiento de Pingüino Rey, exigen que los visitantes no excedan la docena de personas por grupo turístico; que hagan la visita de observación y fotográfica manteniendo una distancia de sólo hasta 20 metros de las aves y hacerlo caminando por un sendero claramente demarcado y que debe respetarse a toda costa.

Y que recuerden que aunque hace sólo unos pocos años Rubén Cayupel contó la historia de los “Tremendos Pinguinos”, se tiene conocimiento que formaron parte de la dieta de los selknam, por su grasa; que durante el siglo diecinueve casi fueron diezmados por los aventureros que navegaron en estos mares australes, y que se han encontrado, también, restos óseos en asentamientos de otras etnias originarias en lugares tan distantes como el archipiélago de las Wollaston.

Epílogo

Que el Parque Pingüino Rey está lejos de Porvenir, de Río Grande, de Ushuaia, de Cerro Sombre y más aún, de Punta Arenas, es cierto.

Que el camino, especialmente después de una lluvia, no está en las mejores condiciones, también es cierto.

Pero tener un “encuentro cercano” con estas aves marinas migratorias, vale la pena, aunque los visitantes se cansen o hagan sufrir su anatomía por la dureza del viaje.

Pero, la invitación está abierta y los pingüinos Rey están esperando terminar de incubar sus crías para volver al mar y nadar ¿Adónde?

Tarea para científicos e investigadores.

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