El frío de uno de los inviernos más crudos de la década de los años 60 habría desencadenado el fallecimiento de Lola Kiepja, la última chamán de la etnia selknam que había logrado sobrevivir a la desaparición de su raza.
La antropóloga estadounidense, Anne Chapman, desarrolló una profunda amistad con Lola, quien le dio a conocer los secretos de la vida de la etnia selknam, desaparecida por las enfermedades que contrajeron de los aventureros blancos o por la intensa persecución a la que fueron sometidos. Además sufrieron el desarraigo forzado de sus territorios, cuando fueron llevados a las misiones salesianas, tanto en la isla Dawson, en Chile, como al sector de “La Misión”, cercana a la ciudad de Río Grande, en la Tierra del Fuego transandina, con el fin de protegerlos de las consecuencias negativas de su encuentro con personas extranjeras.
La antropóloga, relata su encuentro con Kiepja en su libro “Los Selknam: la vida de los onas”, desde el que se extraen varias oraciones dignas de rescatar.

“No había comunidad. Sólo unos cuantos individuos que vivían dispersos y se veían de vez en cuando. Había descendientes, pero gente que sabía de la cultura Selknam muy pocos, un puñado, y Lola era la más vieja”, señala en su texto la investigadora
“Parecía feliz al revivir su antiguo modo de vida a través de los relatos y cantos, pero sabía que su mundo había desaparecido para siempre”, añade.

El adiós de Lola
Lola Kiepja logró sobrevivir hasta pasar de los noventa años. Contrajo matrimonio dos veces: primero con un varón “haush”, con el que trajo a este mundo a siete hijos y, luego, con un chileno, con el que tuvo otros cinco vástagos.
Su condición de chamán, un conocimiento que le legó un tío materno a través de un singular sueño, le permitió ayudar a muchas personas, incluso a la misma Anne Chapman, a superar problemas de salud con el uso de medicina ancestral.
La última selknam, valiente, orgullosa de sus raíces, se recluyó en su vivienda, negándose a refugiarse en las dependencias de La Misión, desafiando uno de los más fríos inviernos de aquellos años, sin embargo la primavera pareció haber pasado de largo.

Uno de sus conocidos, un peón que le proporcionaba leña seca, en forma generosa, la encontró una mañana de octubre en malas condiciones de salud. Se las ingenió para llevarla al  Hospital de Río Grande, pero, aunque se le brindaron las debidas atenciones, la chamán fue reclamada por la muerte y falleció el seis de octubre de 1966, cuando sus ojos se apagaron para siempre y sus cantos se fundieron con el viento después de abandonar su ya añosa garganta.

Por eso no deja de llamar la atención que manos desconocidas hayan rendido homenaje a Lola Kiepja cubriendo, en forma simbólica el nombre y el apellido de José Menéndez, los cuales se le otorgaron, hace ya tiempo, a una céntrica calle de Punta Arenas.

Respuesta oficial
Por ahora, personal municipal, dando cumplimiento a la ley, en palabras del director de Tránsito, Sergio Oyarzo, ha de proceder a retirar los carteles con el nombre y apellido de la última chamán de la etnia selknam. También, se dará cuenta del hecho al Departamento Jurídico del municipio y, si se estima pertinente, se pondrán los hechos en conocimiento del juzgado para que se apliquen las multas que establece la ley, si llega a corresponder.
Mientras tanto, el espíritu de Lola Kiepja y los de la etnia desaparecida, seguirán flotando sobre los campos, bosques, lagos y montañas, de la isla de Tierra del Fuego, sumándose a las de los yaganes y a los kawéskar, que tampoco lograron sobrevivir al contacto con el hombre blanco, sus enfermedades, su tecnología, sus virtudes y sus defectos, su tenacidad y su codicia.