Dicen que la noche esconde
pecados, turbios pensamientos, sensaciones dispersas y hasta perversas.
En esta amalgama de “rostros”
ocultos se encuentra la prostitución, la misma que parece haberse ido adaptando
a los nuevos tiempos, saliendo de aquel tabú de oscuridad para convertirse en
un negocio redondo con el aprovechamiento de nuevas ideas, tecnologías y todo
aquello que pueda traducirse en ingresos.
En medio de tanto verso, es bueno
establecer que en Punta Arenas los antecedentes indican que existen a lo menos
siete llamadas agencias que ofrecen el servicio de “dama de compañía”,
alrededor de 50 locales nocturnos de expendio de alcoholes y “algo más”, un
número indeterminado oficialmente pero estimado en diez llamados
“clandestinos”, cinco sitios web de “escort” magallánicos y no menos de 60
jovencitas (y no tanto) que ofrecen sus servicios sexuales de manera
particular.
Pero aquello es sólo parte de un
negocio que mueve millones al año, por no decir al día, a la semana y al mes, y
donde la torta parece repartirse no sólo entre las protagonistas, sino también
entre otros varios actores de este oneroso círculo.
Si vamos a los números, se estima
que sólo en Magallanes la prostitución mueve unos 4 millones de dólares al año.
En el detalle hay que considerar que el servicio promedio de una “dama de
compañía” es de $ 40 mil la hora, aunque se pueden encontrar servicios hasta por
$ 10 mil y hasta por $ 80 mil si se trata de una autoconsiderada VIP y si se
agregan los costos de transporte y motel.
El fiscal de Punta Arenas,
Fernando Dobson, señala que efectivamente se trata de una actividad que deja
varios millones y que cuando se asocia a delitos como la trata de personas para
explotación sexual o al comercio clandestino evidentemente existe un tema de
evasión tributaria.
El abogado Juan José Arcos
comparte la opinión en cuanto a la danza de millones que giran en torno al
comercio sexual, al punto que se atreve a señalar que “con ese dinero podríamos
tener a toda nuestra gente de la tercera edad con sueldos dignos”.
Luego expone que por un lado se
tiene un negocio que es legal y, por otro, millones de pesos no declarados y
que son parte de una evasión de impuestos por la ausencia de registro
contables, boletas o facturas.
Un mal necesario
En países árabes la prostitución
es duramente sancionada, incluso con pena de muerte, y en algunas naciones de
occidente la legislación sanciona con millonarias multas a quienes pagan por
servicios sexuales. En Chile hay que partir de la base que se trata de una
actividad legal.
El fiscal Dobson dice que si bien
la prostitución no está regulada en la legislación chilena, “nosotros como
Fiscalía sí hemos tenido investigaciones relacionadas con la trata de personas,
que están vinculadas a la situación de ciudadanas extranjeras y con
antecedentes que dan cuenta del comercio sexual”.
Agrega que el tema llama a estar
atentos justamente por hechos asociados que sí puedan ser constitutivos de
delitos, “como situaciones donde estén involucrados menores de edad”.
Por su parte, Arcos menciona que
“gracias a la existencia de la prostitución nuestras hijas pueden andar
tranquilas en las calles, ya que en los países donde la prostitución en
sancionada los números de delitos sexuales son altísimos. El tema es cómo hacer
entender a los sectores más conservadores de nuestra sociedad que se trata de
un tema técnico y no moral”.
El abogado plantea que lo que
existe en Chile es la regulación, que permite que se fiscalice tanto la parte
de salud como la ocurrencia de delitos asociados, como la trata de personas.
Aunque advierte en esto último que dicho ilícito no sólo guarda relación con el
comercio sexual, “porque se trata de un delito grave fuertemente condenado en
Chile” y que considera la captación, el transporte, el traslado, la acogida o
la recepción de personas (a través de la amenaza, uso de la fuerza, rapto,
fraude, engaño, abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o la
recepción de beneficios) para obtener el consentimiento de una persona que
tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación. Esta puede ser de
carácter sexual o laboral, e incluso para la extracción de órganos, entre
otras.
Las protagonistas
Jenny dice tener 24 años, es
purranquina y desde 2015 ofrece el servicio de “dama de compañía” en
Magallanes. Confiesa que su nombre es un “alias” y que al momento de ofrecer
sus servicios a través de avisos utiliza a lo menos tres nombres y diferentes
números telefónicos. “No somos tantas como parece, muchas de mis compañeras
hacen lo mismo que yo (utilizan varios nombres), es que es un negocio y hay que
vender”, señala para agregar que como en toda cosa hay “meses buenos, regulares
y malos, pero nunca faltan clientes, algunos nuevos y otros fieles que aparecen
todos los meses”. En su caso, cuenta que llegó a Punta Arenas para trabajar en
una “agencia”, pero que al poco tiempo se dio cuenta que el mejor negocio era
trabajar sola “sin que te controlen y se ganen una comisión sin hacer nada”.
Danny es extranjera. Cuenta que
está radicada hace dos años en la zona centro de Chile y que periódicamente
viene a Magallanes. “Vine a este país tentada por lo que se dice de Chile en
Colombia. Se habla del sueño chileno, de un país donde el trabajo no falta.
Tras salir de mi país permanecí un par de meses en Tacna (Perú), una ciudad
donde los costos son baratos pero que no ofrece condiciones para vivir ni para
trabajar. Allí conocí a varias compañeras que con tal de llegar a Chile pagaban
hasta 1.000 dólares por ingresar de manera ilegal. Yo preferí no arriesgarme,
entrar como turista y legalizar mi situación”. Cuenta que aquí ha llegado a
atender hasta siete clientes al día, lo que reporta varios millones al mes, los
mismos que envía casi íntegramente a su familia y a sus tres hijos al interior
de Colombia.
Con más de 30 años, la
autodenominada señorita “A” es paraguaya. Entre idas y vueltas cuenta que hace
cinco años está viniendo a Punta Arenas. “Llegué a trabajar a un local, pero no
duré mucho tiempo porque entre las chilenas y argentinas no era fácil trabajar,
la relación no era buena. Decidí entonces independizarme junto a una amiga”.
Agrega que “hay días flojos y de los otros, pero siempre alcanza. Al menos aquí
se puede trabajar tranquila porque el hombre magallánico es bastante
respetuoso”.
Al momento de ser consultadas
sobre las razones que las llevaron a ingresar al mundo de las llamadas
“escort”, coinciden en la necesidad de obtener buen dinero y rápido. Jenny es
quien cuenta que hay muchas chicas que incluso son estudiantes universitarias y
que aprovechan sus vacaciones para venir al sur sin que sus familias sepan.
Otras, incluso, tienen pareja e hijos.
Fabiana prefiere ocultar su nacionalidad, aunque su manera de hablar es señal inequívoca que viene de Centroamérica. La morena dice que en Chile el tema de la prostitución no es bien visto y que al menos en Magallanes, “siendo un lugar de hombres conservadores”, se puede trabajar de manera tranquila. “Trabajar, porque para nosotras esto es un trabajo. Nosotros ofrecemos un servicio y tratamos de hacerlo lo mejor posible porque de alguna manera uno tiene que ganarse el cuarto (dinero) para ayudar a la familia. ¿Si hay riesgos? Claro que los hay, pero a veces no queda más que asumirlos”.