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Nada parece estar a salvo del fuego israelí

Morir bajo el amparo de la ONU

internacional
26/07/2014 a las 11:29
Pedro Escobar
1760

Gente de todas las edades, principalmente niños, siguen siendo masacrados a vista y paciencia de Naciones Unidas, de Israel y los Estados Unidos. Personas que por esas cosas del destino tuvieron la mala fortuna de nacer en una tierra asolada por la violencia.

En 1945, concluida la Segunda Guerra Mundial y con el horror del Holocausto como un espectro que cobraba dimensión de crimen inhumano, 51 países se reunieron en San Francisco para crear un organismo mundial cuya misión sería evitar que se repitieran los errores y horrores de la historia.

Tres años después, y reunidos en París, los mismos estados adoptaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos, un corpus legal de 30 artículos que recogen los derechos fundamentales de la humanidad.

Y desarrollaron un código ético planetario que entre otras cuestiones, establece el estatus y la defensa de los civiles en tiempos de guerra y la inviolabilidad de la instalaciones de Naciones Unidas.

Salma, 12 años, pelo enmarañado, piel sucia, no conoce el derecho internacional humanitario, pero fue a la Escuela de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA) atacada, porque su madre le dijo que allí el miedo se diluía.

La noche anterior, aviones de combate israelíes, apoyados por la marina de guerra, habían bombardeado sin descanso -una bomba cada 10 segundos- el barrio en el que vivían, Beit Lahia, vecino a la verja que aisla a Gaza.

Salma tampoco lo sabía, pero esa noche que huyó con sus hermanos, dejando atrás juguetes y vestidos, el Ejército israelí preparaba el terreno para una incursión terrestre que en apenas una semana se ha cercenado la vida de más de 500 personas, casi todas civiles.

“Abi, abi, (padre, padre)” grita y se retuerce en el suelo del hospital cercano sumida en algo que ni siquiera se puede llamar desesperación, si no ese dolor sin nombre -envuelto en pánico atroz- que impregna las mentes de quienes han padecido la tortura.

Hace apenas unos minutos que un proyectil ha impactado en la escuela donde se sentía a salvo y el llanto impide que otras palabras fluyan.

Ni siquiera es capaz de pronunciar su nombre. Tampoco las decenas de Salma, Salwa, Huda, Ibtisam, que se agavillan muy juntas bajo las escaleras, en el rellano del hospital, sobre el que vuelan los “drones” israelíes como buitres en día de fiesta.

Un rosario de rostros compungidos que viajan de la histeria al silencio con un único denominador colectivo, el suplicio infinito de quien desconoce su pecado y tiene como única ambición sobrevivir a la miseria a la que le han condenado los intereses de quienes gobiernan el mundo.


“No nos está matando Israel, no está matando Hamas. Nos asesina el mundo que nos tiene encerrados”, grita una mujer envuelta en una túnica negra, de repente zaina por el luto.

Desde que el pasado 8 de julio Israel lanzara su actual ofensiva contra Gaza, más de 120.000 gazatíes han buscado amparo internacional en escuelas albergue de la ONU en toda la Franja, más del doble de lo previsto.

Son, quizá, de las más afortunadas. Otros muchos se han visto obligadas a desplazarse internamente a casas de familiares pese a que ninguna zona está ya a salvo en toda la Franja de los cañones y los misiles israelíes.

En medio de una encarnizada violencia, nadie parece escucharlo, ni la ONU, ni Israel, ni los Estados Unidos. reunieron en San 

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