El domingo de Emilio Boccazzi Campos, actual alcalde de Punta Arenas y derrotado ayer en su aspiración a ser reelecto por un nuevo periodo de cuatro años, comenzó con la esperanza de un día asoleado y terminó en la subterránea soledad del salón bar Francis Drake del Hotel Los Navegantes, el lugar que eligió el candidato y su comando para observar por televisión el conteo de los votos.
El llamado a votar
Luego de emitir su sufragio en la Escuela Patagonia, al mediodía de ayer, acompañado de su madre y su pareja. Boccazzi manifestó -en su primera declaración del día- que “los derechos deben conjugarse con los deberes y la gente debe concurrir a votar, porque así como invocamos los derechos que todos tenemos, también debemos hacer gala de nuestros deberes como ciudadanos”.
El llamado del candidato se repetiría a través de las voces  de todos los protagonistas de la jornada de comicios, quienes ya intuían en las primeras horas del domingo que la participación de la ciudadanía iba a ser baja y la abstención nuevamente marcaría la votación.
La previa de la debacle
Tras cumplir con su deber cívico, el actual alcalde de Punta Arenas, quien retomará su cargo hasta el 6 de diciembre, fecha en que asumirá el alcalde electo, Claudio Radonich, almorzó con su familia y anunció que esperaría los resultados con un grupo de cercanos en el céntrico hotel.
Pasadas las 18 horas, nada hacía suponer en el tradicional establecimiento turístico que en uno de sus salones estaba el alcalde más cuestionado y polémico de los ultimos tiempos en la capital regional.
Sus principales críticos apuntan a que ayer le pasó la cuenta el proceso de licitación de la basura y los innumerables juicios e irregularidades a las que se vio expuesta la Cormupa en los últimos cuatro años.
No más de 12 personas lo acompañaron mientras la televisión comenzaba a despachar en directo el conteo  a viva voz de los votos de las primeras mesas que comenzaban a cerrar en los locales de votación. “Me carga está cuestión, me pone nervioso”, decía Boccazzi a quien quisiera escucharlo. Era tanta la tensión, que prefirió salir del salón que comenzaba a teñirse con la desilusión de sus escasos partidarios y asesores.
Luego de eso, el arquitecto que nunca aclaró su vinculación actual con el PPD comenzó a reflexionar sobre cómo serían los últimos minutos del día antes de aceptar lo que ya se veía: su derrota.
La soledad
Aunque rodeado de parte de su círculo de hierro, Boccazzi estaba solo e intuía que lo que decían los resultados y sus proyecciones era irreversible. “Tengo que ir a saludar a Claudio (Radonich). ¿Alguien puede averiguar dónde está?”, repitió en más de una oportunidad.
- La tendencia es clara, ¿qué le parece a usted?
“Esperaré algunos minutos para saludar a Claudio. Lo que ha dicho la gente es que quiere un cambio, probablemente hay muchas razones, no es el momento de hacer un análisis profundo, sólo reconocer el triunfo de Claudio Radonich. Dimos todo lo que teníamos a nuestro alcance durante estos cuatro años para hacer una mejor gestión. Probablemente, la dispersión de los votos en un electorado culturalmente de centro izquierda también influyó”.
- La victoria tiene muchos padres, la derrota es huérfana. Se ve poca gente acompañándolo.
“Sí, en general se ve poca gente, pero están quienes tienen que estar. No quiero ser injusto con muchos que están custodiando las mesas en los distintos locales”.
El día de Boccazzi llegaba a su fin. El sol estaba bajo cuando el alcalde saliente llegó con su comitiva a la casa donde estaba el alcalde entrante. En medio de bocinazos y gritos el actual alcalde estrechó la mano de Radonich, éste le agradeció. Cruzaron algunas palabras de buena crianza, quedaron de juntarse para hacer el traspaso.