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Macá tobiano: un ave a punto de extinguirse

tendencias
10/12/2017 a las 12:30
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Esta especie, que habita en el Parque Nacional Patagonia, ha registrado importantes tasas de disminución de ejemplares y hoy se encuentra en peligro.

El Parque Nacional Patagonia se encuentra en la zona de la meseta del Lago Buenos Aires, al sur de las localidades de Los Antiguos y Perito Moreno, en el noroeste de la provincia de Santa Cruz. Si bien se puede visitar, es necesario coordinar previamente con las autoridades, ya que Administración de Parques Nacionales no ha establecido aún un plan para la recepción de turistas. Este patrimonio natural representa una gran oportunidad de desarrollo para las poblaciones locales, donde el turismo jugará un rol importante en los próximos años. Sin embargo, más allá de su impactante belleza y su valor simbólico, este parque es el hogar de una especie endémica argentina en peligro de extinción: el macá tobiano. Esta ave acuática fue descubierta por el naturalista Mauricio Rumboll en 1974, y desde entonces diversas organizaciones han trabajado incansablemente en su estudio y comprensión, aunque últimamente se viene registrando una baja importante en la cantidad de animales, al punto tal que, al día de hoy se contabilizan sólo unos 800 ejemplares.

Me encuentro con Hernán Casañas, uno de los líderes del proyecto “Salvemos al Macá Tobiano” y me comenta que si no se toman las medidas correctas para asegurar su preservación, podríamos quedarnos sin esta ave en los próximos años. El esfuerzo de ONGs como Aves Argentinas, Fundación Flora y Fauna y Ambiente Sur, en conjunto con la Administración de Parques Nacionales, han conseguido que el Parque Nacional Patagonia le garantice un espacio vital. Durante el frío invierno, cuando las lagunas se congelan, estos animales migran hacia la costa Atlántica, más precisamente a los estuarios de los ríos Santa Cruz, Coyle y Gallegos. Para armar sus nidos y alimentar a sus crías durante los primeros meses de vida, han elegido esta región. Muchos científicos, fotógrafos, investigadores, observadores y voluntarios, se dan cita cada año en este lugar para vibrar el pasado, presente y futuro de este animal. En la estación biológica base, que se encuentra a escasos kilómetros de las lagunas, sentimos permanentemente la preocupación de todos aquellos que están ligados a este proyecto de conservación. La laguna El Cervecero es uno de los puntos más cercanos a la estación biológica. Hasta allí se llega únicamente en camionetas 4x4, porque los desniveles del terreno, los cruces de ríos y las zonas pedregosas, complican el trayecto en auto. Sobre los veriles de la laguna, divisamos claramente a los biólogos que durante toda la temporada, en períodos de 15 días por grupo, hacen guardia para analizar los comportamientos de las aves. Los objetos básicos de estos observadores son carpas, bolsas de dormir para soportar temperaturas de 20 grados bajo cero, elementos de cocina y, sobre todo, mucha ropa de abrigo. Por las mañanas, mucho antes de que salga el sol, comparten el mate y planifican las tareas diarias. Horas más tarde, recorren los veriles de las lagunas. Los animales son censados en forma diaria y se los cuida de las especies exóticas (no originarias de la zona, que fueran insertadas por el hombre) como los visones americanos, truchas y las gaviotas, que si bien son nativas, también son muy nocivas para el macá. Nos aproximamos a la laguna y vemos a una pareja que realiza todos los esfuerzos para alimentar a su joven cría que el macho lleva sobre su lomo. La hembra se zambulle en busca de invertebrados y caracoles para abastecer al pequeño. Cada pareja pone dos huevos, sin embargo, generalmente sólo una cría sobrevivirá. Un solo visón puede acabar con toda la población de macá de esta laguna, y es apenas uno de los tantos peligros que esta ave enfrenta día a día. Las truchas le quitan la calidad al agua y disminuyen el alimento. Las gaviotas, al revolotear cerca de las colonias, generan pánico general, ya que se comen los huevos y las crías. Luego de la recorrida en la laguna El Cervecero, la vuelta a la estación biológica es más que interesante. Hay que seguir una huella casi inexistente que divide a la estepa en dos; es muy fácil perderse, porque el paisaje, aunque hermoso, es muy monótono. Antes que llegue la noche, el sol se intenta mostrar por última vez entre la densa y profunda masa de nubes, sus rayos tocan el suelo y crean colores atrapantes. Un grupo de biólogos vuelve a la estación sabiendo que la tarea del día fue realizada. Otros preparan sus comidas en las carpas. Mientras el macá siga ahí, todos los colaboradores de este exitoso proyecto también lo harán. Comida casera y canciones al compás de la guitarra de Pablo Hernández, el guardaparques del proyecto, ayudan a recuperar fuerzas para que al día siguiente todo vuelva a comenzar. Mientras se producen los momentos de ocio y los colaboradores socializan entre sí, hay una pregunta que constantemente ronda por sus cabezas: ¿Podremos salvarlo?

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