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Los domingos de hípica eran una costumbre en Punta Arenas

A un mes de cumplir 100 años del primer Derby en Magallanes

columnistas
13/01/2019 a las 15:00
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El recinto hípico de Avenida Bulnes existe desde 1896. Uno de los hechos que marcó fue que en la pista frente a la tribuna falleció en 1990 el jinete Máximo Fernández Canales.

La hípica fue una de las actividades deportivas más masivas en Magallanes durante el siglo pasado. Miles de familias concurrían al Club Hípico y muchos nacieron y crecieron en torno a este deporte.

Pese a la gran depresión económica que afectó a Estados Unidos y países latinoamericanos antes de la Segunda Guerra Mundial, en 1935 en Punta Arenas la actividad hípica bullía.

La yegua “Rosita” era la favorita de los clásicos del campo hípico ubicado en Avenida Bulnes, junto a sus competidores “Quilluí Quilluí”, “Petisa” y “Chateau Margoux”.

Era el año del éxito musical de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera, “Por una cabeza”, el tango “burrero” por excelencia, en la historia del amor de “la mina” del lunfardo del Buenos Aires argentino y del equino que gana por aquella parte superior de su cuerpo animal.

La canción es un verdadero himno hípico que se cantó también en el ex Club Hípico de Punta Arenas, ubicado en ese entonces en la ruralidad norte de nuestra ciudad, que en las décadas del 40 y 50 del siglo pasado, se escuchaba por sus altoparlantes los días de las carreras, apuestas y paseos dominicales.

HISTORIA

La primera carrera oficial tuvo lugar en septiembre de 1911, aunque el recinto ya existía desde 1896, año en que la Sociedad Club Hípico de Punta Arenas hizo inversiones superiores a los 40 mil pesos de la época, cumpliendo con la disposición del Gobierno, pasando a administrar el recinto privado la Sociedad Rural de Magallanes hasta el año 2002 cuando cambió su denominación a Club Hípico de Punta Arenas S.A.

En febrero de 1919 se corrió con gran asistencia de público, con terno y corbata los varones y trajes sastres las damas, el primer clásico denominado Derby, que ganó en una distancia de mil metros “Griset” con la monta de Manuel Araneda.

Por esa época, de septiembre a mayo, el deporte denominado de “los reyes” concitaba la atención de la sociedad magallánica: de la “pudiente” y de la otra popular, en una mezcla de clases sociales que conjugaba la propia hípica criolla con el saludo claro y sin dobleces del paseo y deporte del día de guardar.

En una histórica crónica escrita por el periodista Gerardo Rafael Álvarez y publicada en Diario El Pingüino, el locutor magallánico Patricio Mladinic Centurione, que ganó dos Derby como propietario de “Leona Roja” y “Lejana Mía”, recordó que “la mejor época de la hípica nuestra fue entre 1950 a 1970. Se programaban 12 carreras con 10 caballos en cada una. Todo un espectáculo, con buenos jinetes y también contundentes premios”.

Eran los años de los potros ganadores de clásicos: “Oviedo”, “Peladilla”, “Omar”, “Arre Demonio” que competían con las potrancas “Odette”, “Guapa” “Sevillana” y “Brusca”, haciendo alusión al tango del amor y de los juegos, de la vida y del azar, de los sueños y de la ilusión.

Según registros de prensa de la época, la última jornada hípica se programó el domingo 23 de abril de 2006, corriéndose tres carreras con cuatro ejemplares cada una. Ya no había casi premios a repartir a sus propietarios ni a sus jinetes.

La modernidad de apuestas por Internet, los casinos de juegos, las visitas a los grandes centros comerciales, la propia Zona Franca, minaron la actividad hasta desaparecer por completo.

PANORAMAS FAMILIARES

En el año 1962, los días domingos se podían dividir en el almuerzo familiar, junto a la nona con sus nietos, al tata y sus descendientes, con la conversación afable con espíritu de pioneros y de colonos de antaño.

El mismo Gerardo Rafael Álvarez recordó que en esos años, el paseo al Club Hípico en día soleado de domingo era todo un acontecimiento para luego, jugársela por asistir a la “vermouth” del cine Gran Palace o al gimnasio Cubierto para ver los clásicos del básquetbol entre Español y Sokol; Naval y Pudeto; Olimpia y Progreso o Liceo y Comercial, y encantarse con las jugadas del “Pollo” Ivo Radic, René “Popeye” Cárdenas; del “Flaco” Vicente Karelovic y “Yayo”Ojeda; del “Toto” Antonio Ríspoli, Smiljan Coro y Slavic; Ricardo Miranda y Hernán Cabrera; Humberto Águila y Julio Valderas.

Eran los tiempos de la hípica y el básquetbol en distintas épocas.

Dentro de los hitos deportivos destacados está el de Clemente Ojeda, chilote que se hizo jinete en Punta Arenas, quien ganó en 1954 una estadística del Hipódromo Chile en Santiago, corriendo en muchas oportunidades al ejemplar “Milenario”, nacido en un criadero magallánico y que un año antes había vencido en el Derby puntarenense.

El español Manuel Mallada, que llegó en 1938, fue otro gran jockey junto a Francisco Santana y al recordado Juan Moreau González, quien también fue gerente de la Sociedad Rural e integrante del último triunvirato de comisarios junto al periodista Francisco Eterovic y Neftalí Vásquez.

Los escasos hípicos de hoy recuerdan con nostalgia y respeto a propietarios de caballos de carrera.

En sus mentes están los nombres de Santiago Marinovic, Isaías Álvarez García, Antonio Mladinic, Bartolomé González, Antonio Benedicto, Godfrey Finlayson, Manfred Lehmann; los médicos Tomás Buvinic, Miguel Córdova y Álvaro Soto; Tomislav Martic, las familias Abad y Stambuk, junto a los administradores del recinto Remigio Gallardo y Magdalena Fleuret.

Tiempo de los haras criadores de los pingos magallánicos bien dotados, que salían a caminar para “estirar las piernas” en día sábado por el descampado de Avenida Bulnes hasta Tres Puentes, guiados por su cuidador. Club Hípico ofrecía fuente laboral a preparadores, jinetes, empleados de corral y boleteros; jueces y comisarios; herreros y veterinarios, que cosechaban avena y pasto alfalfa sembrados en su elipse, cuya semilla nació también de la monta de su “galopador” David Cerda, de familia hípica.

Hoy recuerdos de una pista mixta de 1.600 metros que hasta 1960 tenía pasto en la recta final de los 400 frente a la tribuna oficial, cuyos asistentes fueron testigos el 10 de marzo de 1990, de la muerte instantánea del jinete Máximo Fernández Canales, que montaba a “Último Rey”, que al darle “rienda” encabritó sus patas visualizando y topando con su nariz al caballo que lo antecedía en el fatal accidente.

Quizás en aquel instante René Formantel, locutor y relator de carreras hípicas informaba el testimonio del infortunio que antes también anunció con maestría Eusebio Fernández, hermano de Máximo.

Antes, a fines de 1958 había fallecido Carlos Alvarado en el Hospital Regional Doctor Lautaro Navarro Avaria, luego de cuatro días en coma al caer con su cabalgadura en el codo de la curva sur de la recta final luego de pasar el “disco” de la victoria.

La actividad ya es pasada. Solo quedan recuerdos de una época gloriosa de la convivencia de la sociedad que perduró por 110 años.

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