La indiferencia de la sociedad chilena con el aborto libre debería ser suficiente motivo para desestimar un proyecto como éste, pues se trata de una iniciativa extemporánea, y que poco y nada tiene que ver con los temas que más preocupan al país. Sin embargo, tratándose de una materia que involucra aspectos tan de fondo, se hace indispensable reiterar las profundas convicciones que llevan a resistir el aborto, por tratarse de una práctica que priva del derecho a la vida -el derecho humano más fundamental de todos- a un ser humano inocente y en total indefensión, principios que se sobreponen a cualquier consideración “reproductiva” o derecho a decidir sobre el propio cuerpo. Que un ser humano esté en gestación, y dependa íntegramente del soporte que le brinde la madre en el útero, no puede conllevar a la pérdida de sus derechos fundamentales. Cuando la sociedad deja de tomar en cuenta estas consideraciones sobre un ser inocente, inevitablemente se incurre en una inhumanidad. Por ello es valioso que a una parte importante del país le hagan sentido estos principios y rechace el aborto. En este contexto, es una señal acertada que el gobierno haya manifestado que no patrocinará un proyecto de esta naturaleza, contrastando con la ambigüedad que se ha exhibido en otros temas valóricos, y que algunos sectores de la Democracia Cristiana también rechacen legislar en favor del aborto.