Luego de permanecer más de un mes en la Antártica, regresaron los primeros investigadores polares de la quincuagésima sexta Expedición Científica Antártica (ECA 56), que cada año efectúa el Instituto Antártico Chileno (Inach). Se trata de Edgardo Sepúlveda y Braulio Valdebenito, ambos de la Universidad de Santiago de Chile (Usach), quienes trabajaron en la base “Profesor Julio Escudero” del Inach, en la isla Rey Jorge.
Ellos pertenecen al proyecto “Reflectividad de la Antártica”, dirigido por el Dr. Raúl Cordero (Usach), y que está relacionado principalmente con la obtención de datos de perfil atmosférico. Los científicos efectuaron la mantención de la plataforma de medición TARP-02 (anexa a la base Escudero) y lanzaron alrededor de 16 ozonosondas, contribuyendo además al proyecto SouthTRAC Halo para estudiar la estratósfera.
Edgardo Sepúlveda comentó que uno de los focos de estos últimos años ha sido el estudio del efecto radiativo (la interacción de las nubes con la radiación), ya que este es uno de los grandes problemas de los pronósticos climáticos. “Cuando el IPCC hace los informes de cambio climático en el mundo, en los trópicos o bajas latitudes existe mucha incertidumbre, pero donde se desordena todo es en los polos, especialmente en la Antártica por la nubosidad”, dijo el investigador.
Sepúlveda añadió que “la nubosidad es un fenómeno que no está muy estudiado, por ello, uno de los objetivos del proyecto era estudiar el fenómeno de la nubosidad en el Continente Blanco”.
Asimismo, agregó que “sabíamos que el avión de HALO iba a estar haciendo sobrevuelos en la Antártica y las islas Shetland del Sur específicamente, así que nos coordinamos con uno de los meteorólogos que estaban a bordo. Lanzábamos los globos y el avión pasaba por encima de estos”.
Además, prosiguió, “esperamos poder cruzar las informaciones y las mediciones a distintas altitudes. Lo bueno de haber estado en invierno en la Antártica, es que pudimos ver el agujero de ozono, ya que este se abre y se cierra, siendo septiembre el mes más crítico. Así que fue muy bueno poder estar en invierno y medir las bajas concentraciones de ozono”, concluyó Sepúlveda.