Hoy domingo 25 de octubre millones de chilenos y chilenas seremos protagonistas de un día que quedará para siempre grabado en la historia de nuestro país. Se inicia una ruta que culminará con una nueva Constitución surgida, por primera vez, de la participación de todas las voces, de manera colectiva y en democracia. Es cierto que aún no se vota, pero todas las encuestas y desde todas las posiciones se da por sentado que el resultado de hoy será el triunfo de la opción Apruebo junto a una Asamblea Constitucional, que son mis opciones.
Finalmente llegó el día tan anhelado y, a pesar de la pandemia y todos los costos que ha implicado, confío en que tendremos una jornada participativa, una fiesta de la democracia que nos permita iniciar un nuevo ciclo. A más de un año desde el estallido social nuestro país ha enfrentado tantas cosas, muchas buenas, pero muchas que no queremos para nuestro país, como la violencia sin sentido de una iglesia que se quema entre aplausos. Por otro lado, la esperanza de un proceso que se inicia, aunque aun sin la suficiente conciencia de cómo hacernos cargo de la profunda fractura política que quedó en evidencia desde ese 18 de octubre del año pasado.
Lo que sí puedo afirmar con certeza es lo que quiero para mi país a partir de mañana. Yo no quiero un país dividido entre los del apruebo y los del rechazo, de los buenos y los malos. Quiero un país que encuentre el camino para volver a mirarse sin odio, en el cual dos sencillos jóvenes chilenos no vean unidos sus destinos en el juego del cazador y la presa, donde ninguno gana. Igual de importante que la Nueva Constitución es el proceso en sí mismo, porque si de verdad queremos que surja un texto que nos represente por igual, deberemos tener la generosidad de ceder en algún momento, siempre en función del bien común. Debemos tener la sabiduría de cambiar el lenguaje, dejar atrás las amarras que nos atan al pasado y atrevernos a hacer las cosas distintas.
Lo que yo espero es que aprovechemos como país esta oportunidad de asumir los desafíos del Chile del futuro, de la innovación y la inclusión real. Para lograr ese consenso no puede haber imposición, ni menos se puede tratar de influir por medios ilegítimos, entre quienes tendrán la enorme responsabilidad de ponerse de acuerdo para la nueva carta fundamental. En lo concreto, no será aceptable tratar de influir entre las y los constituyentes mediante acciones violentas como las funas o las noticias falsas a través de las redes sociales que creen un ambiente hostil. La tentación para algunos puede ser poderosa, pero estoy segura que la gran mayoría podrá expresarse y condenar esas prácticas de manera transversal.
Junto con una Nueva Constitución que responda al país que somos hoy, lo que está en juego también es la oportunidad de recomponer el alma de Chile, de comprometerse con la paz, con la justicia y con la igualdad, lo que no es posible desde el revanchismo ni de la superioridad moral. Desde aquí, hago un humilde llamado a todas y todos para que dejemos de lado las mezquindades políticas y las defensas corporativas, para así emprender una ruta común que nos lleve hacia el reencuentro entre quienes sentimos un profundo amor por Chile y que, sin duda, coincidimos en querer lo mejor para todos y todas.