Millones de chilenas y chilenos esperaban este día. Muchos (as) de ellos (as) ya con varias elecciones en el cuerpo. El triunfo de Allende, la desgracia del golpe militar y la larga y sangrienta dictadura, el plebiscito para la recuperación de la democracia, la primera elección democrática y todas las que siguieron, y hoy por fin la posibilidad real de construir entre todos nuestra Carta Magna. Por otra parte, jóvenes que por primera vez participaran en un proceso como este, y que fueron los que pavimentaron el camino para llegar a este destino, con la valentía e irreverencia que los (as) caracteriza, y la rebeldía contra los abusos de las élites económicas y políticas; de las inequidades sociales y territoriales; de las colusiones del papel confort, las farmacias, los pollos y otras que aún no sabemos; los robos de los recursos de todos los chilenos de Carabineros, el Ejército y la Armada; las evasiones tributarias multimillonarias que tienen como castigo “clases de ética”; los abusos de las casas comerciales sin defensa para el consumidor; del violento centralismo en todas las decisiones, incluso al momento de querer elegir autoridades regionales, incluyendo solo candidatos de Santiago. La aplicación de impuestos regresivos, que solo perjudican a la clase trabajadora, y entregan exenciones al 1% más rico del país; de los cobros más caros de Sudamérica del agua, la luz, el gas y la telefonía; de parlamentarios que parecen “escuderos “de las grandes riquezas de este país, y que poco y nada han hecho para mejorar la situación de los trabajadores y el pueblo chileno, de la justicia según cuanto ganas y que familiares tienes (hijo de Larraín, Jhonny Herrera y el hijo de la Argandoña) y de un gobierno incompetente, incapaz, insensible y fracasado. Y ahora lo que viene para el países un trabajo enorme, que depende de todos los chilenos, de los que aprueban y de los que rechazan, de los que quieren una asamblea constituyente y los que quieren una mixta, de los que votarán y de los que se quedarán en la casa, y aunque algunos se resistan a creer estoy digan que la nueva Constitución la harán solo algunos, permítame hacer la siguiente reflexión, a propósito de una noticia que me llenó de satisfacción y pena durante la semana, y que fue la despedida de la política contingente de José “Pepe” Mujica, ex presidente de Uruguay. En sus palabras de despedida, Pepe se despachó una frase que nos debe llamar a la reflexión: “En mi jardín hace décadas que no cultivo el odio, porque aprendí una lección que me impuso la vida, que el odio termina estupidizando, porque nos hace perder objetividad frente a las cosas, el odio es ciego como el amor, pero el amor es creador y el odio nos destruye”. Como usted puede inferir de estas palabras, si todos queremos a nuestro país, estaremos dispuestos a dejar de lado lo que nos destruye, en poner todos nuestros esfuerzos para que en nuestro jardín no se cultive el odio, aunque pensemos distinto, y de esa forma estaremos colaborando en la construcción de una nueva Constitución y un mejor país.