Según datos de la Encuesta Nacional de Salud (ENS), una de cada cinco personas tuvo una enfermedad mental durante el año 2019; después de meses de inestabilidad social, cuarentenas, confinamiento y desempleo, las cifras son aún más dramáticas. Lo que se nos viene en 2021 en cuanto a atenciones de este tipo será realmente impactante. Y los más afectados serán nuestros niños y adolescentes. Una recuente columna de André Le Foulon Rothe, presidente de la Fundación Patronato Madre-Hijo, señala explícitamente un estudio reciente financiado por la Universidad de Columbia y realizado por investigadoras del CEP junto al Patronato Madre-Hijo, en el que se encuestó a beneficiarias de nuestros Centros de Salud Materno Infantil en cuarentena de Santiago y Valparaíso, lo confirmó: cerca de la mitad de las madres evidenció un aumento en sintomatología depresiva. En este contexto, los que más se resienten son los niños, pues los síntomas de ansiedad, irritabilidad y la depresión del cuidador principal impactan en su desarrollo integral. Lamentablemente, ya se observan los efectos: en este mismo estudio, casi el 70% de las cuidadoras reconocieron un notorio empeoramiento en el comportamiento de sus niños desde el inicio de la pandemia. André Le Foulon Rothe, señala además que al trabajar en conjunto con terapias sicológicas y siquiátricas hemos observado en corto plazo una evolución positiva de las mamás: mejora su autoestima, la confianza en su rol como madres, son más cariñosas, menos ansiosas y con más esperanza de salir adelante. Así fortalecen el vínculo con su hijo, incentivando el desarrollo de sus capacidades y con resultados significativos en su evolución. Hemos comprobado, además, que la atención en salud mental a las madres puede prevenir situaciones de maltrato a sus hijos.