Probablemente más de alguna vez nos hemos preguntado: ¿Qué hacer para terminar con el bullying, violencia intrafamiliar, robos, asesinatos, etc.? En el fondo, cómo disminuir y ojalá terminar con el mal. Especialmente cuando se han tomado diversas medidas externas, las cuales no han tenido el efecto esperado.
Tal vez la respuesta está en aplicar con mayor frecuencia la regla de oro. La que es un principio moral que está presente en todas las culturas y consiste en: “trata a los demás como quieres que te trataran a ti”. La redacción positiva de esta pauta estimula o impulsa a las personas a emitir una determinada conducta. La cual sin lugar a dudas deberá ser de índole positiva. ¿Porque a quién le gustaría que le hicieran voluntaria y conscientemente el mal?
Existe una afirmación similar, pero en su expresión negativa y la cual es muchísimo más conocida, y es la siguiente: “no hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti”. Si bien es cierto esta norma ayuda a vivir en armonía con los otros, a diferencia de la anterior, solo permite frenar los comportamientos perjudiciales o nocivos.
En la base de la regla de oro está la empatía. Es decir, la capacidad de ponerse en el lugar de otros y de comprender sus emociones y sus sentimientos ante distintos tipos de escenarios.
Igualmente, el fundamento de esta regla está en la ley de la reciprocidad, la cual consiste que siempre que se haga algo bueno por una persona, esta se sentirá motivada a hacer lo mismo por quien ha actuado bien. Por ejemplo, cuando alguien ayuda a otra, luego recibirá lo mismo de su parte como compensación o agradecimiento.
La regla de oro es equivalente a la ley de causa y efecto. En cuya base está la idea de que toda acción provoca una reacción, consecuencia o un resultado. La que del mismo modo se llama ley del karma. La cual asegura que cada individuo vive las consecuencias de sus propios actos, ya sean positivos o negativos.
Enseñarles desde muy pequeños a los niños a aplicar esta ley será fundamental para el bienestar de ellos (tanto para su presente como para futuro) y para el resto.
Hay que tener presente que la mayoría de los niños “se portan mal” porque no saben que lo que hacen está mal, puesto que la conciencia moral se desarrolla. Es responsabilidad de los adultos enseñarles a los niños (de acuerdo a su alcance) cuáles son las consecuencias de sus actos, para que comprendan la importancia de emitir o no ciertas conductas. Hay que enseñarles que ellos son los responsables de lo que ocurre a causa de sus actos. Diciéndole, por ejemplo:
“Si maltratas a otro niño lo dañaras y le harás sentir mal”.
“Si gritoneas a alguien lo lastimas y puede sentirse triste u ofendido”.
Hay que tener presente que los niños son imitadores naturales, por ello el mejor método de enseñanza siempre es mediante el ejemplo.