ITV Patagonia, este viernes, nos regaló una película nocturna que llamó poderosamente la atención porque al haberse filmado y entrenado en 2011 resulta tremendamente actual: “Contagio”. Ya la habíamos visto, como corolario de la gripe H1N1, sobre la cual se había inspirado, pero la atendimos con las perspectivas que nos han expuesto las faltas cometidas en nuestro proceso.
Si bien las películas catastróficas que Hollywood nos muestra de tanto en tanto son una exageración de la realidad para mantener la expectación y el lucimiento de un artista que encarna al “jovencito”, en este caso nos reconocimos formando parte de un entramado que todos hemos padecido en esta época de pandemia. Pareciera premonitorio en su argumento, tanto como en las coincidencias técnicas de su posible origen y posterior desarrollo y expansión. Bien realizada, es objetiva y podría haber servido de catálogo a nuestros gobernantes.
La necesidad de sentirse protegido por la autoridad y por quienes tienen poderes de decisión es natural al ser humano cuando uno se encuentra vulnerable y cuando no se tiene idea de lo que ocurre, de los remedios o las más adecuadas medidas paliativas que se requieren para enfrentarlo. Es el momento en que se pone en real contexto el orden institucional y se espera que quienes han sido electos para actuar como pater familis ejerzan su función como tal. Las personas asumen su humanidad y también su insignificancia y se disponen a postergar toda otra consideración a la espera de que se adopten las más adecuadas medidas para obtener un resultado. Pasa en todas las catástrofes: aluviones, terremotos, tsunamis, temporales, etc., y en Chile tenemos más que suficientes pruebas.
El concepto central de todo proceso de emergencia está en la capacidad de quienes gobiernan de poder interpretar la realidad, ver el momento preciso del conflicto y las soluciones más adecuadas. Junto a ello debe estar la capacidad de postergar aspectos personales, económicos o políticos por sobre el de la vida de los que puedan ser afectados. Las inercias en la toma de decisiones, por más conflictivas que estas sean, en casos extremos como el que nos toca vivir, llegan a ser de una irresponsabilidad reprochable si estas no se asumen con absolutamente todas las variables sobre la mesa.
Nuestra sociedad se ha visto expuesta a nivel mundial y, más preocupados de lo que ocurre en nuestro entorno, no debemos descuidar lo que acontece en los demás países, algunos tan vulnerables como Chile, o tan adelantados como aquellos culturalmente más ordenados. Aprender de los errores de otros y no que otros aprendan de los nuestros. Y quizás allí está nuestro principal problema: la actitud indolente de una sociedad formada por un liberalismo económico que ha llevado a la mayoría a pensar que esto se puede aplicar en el mundo privado. Por ello vemos tanta contravención a las medidas que se intentan adoptar, por más absurdas o criticables que puedan llegar a ser.
La película nos habla de medios de contagio, entregas y sacrificios personales, pérdidas (todas irremediables), pero también abusos de poder, secretismos, improvisaciones, burocracia y atrasos tales que permiten la libre propagación del virus. No haber sido claros desde un inicio y rigurosos en extremo nos mantiene en una montaña rusa de emociones.