Corría el año 2013 y el destino y los votos de las y los ciudadanos me dieron la posibilidad de integrar el Concejo Municipal de Punta Arenas. Por qué recalco el año, porque fue justo en septiembre del mencionado calendario cuando discutimos la posibilidad de instalar un monumento al presidente Salvador Allende.
Posiblemente las nuevas generaciones no vimos arder La Moneda, no vimos al Estadio Nacional como un centro de detención y tortura; posiblemente mi generación no escuchó el silbido de balas atravesando a compatriotas en la matanza de la Escuela Santa María de Iquique hace más de 100 años.
Pero de lo que sí estoy seguro es que la historia debe ser contada, la historia tiene que ser honrada. Para avanzar en el respeto y la llamada “amistad cívica” entre todos los chilenos se piden cosas simples y sencillas. Por qué negar la verdad y la justicia.
Supuestamente, al fin se le reconocía en la ciudad a un líder universal, venerado en todo el mundo. Escuelas, plazas y calles a lo largo y ancho de la tierra llevan su nombre. Era el momento de hacerlo en el lugar que lo vio levantarse como senador de la República y hablarle a todo Chile desde el austro mundo.
Pasan los años y el espacio dedicado a Salvador Allende sigue durmiendo en el silencio de algún escritorio que no ha querido que esto avance con los tiempos que se tenía pensado.
Hoy levanto nuevamente la voz para que esto no quede en el olvido. Pedirle desde acá al alcalde Claudio Radonich y a todo el Concejo Municipal que hagan valer la palabra empeñada por el mismo órgano colegiado que participó hace ya dos periodos.
Somos herederos de un triste y oscuro pasado. Un pasado de dolor, sufrimiento y de amarres políticos que nos repercuten hasta estos días. Tenemos el sueño latente de una nueva Constitución que ayude a tener un Chile mejor.
Hoy más que nunca. ¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores! ¡Viva Allende!