Se conmemoraron dos años del salto al torniquete, símbolo del inicio de las demandas sociales por parte de la ciudadanía, aburrida de tanta injusticia y desigualdad, por más de 30 años (y quizás más). La protesta no fue por el alza en el pasaje del metro en 30 pesos, ni contra el gobierno de turno, aunque algunos se han desquitado con el presidente actual, es contra la clase política y las autoridades que han transitado desde la vuelta de la democracia, que no han sabido leer o escuchar las necesidades inmediatas y futuras de la gente.
El estallido social logró reunir a más de un millón de personas en Santiago, convirtiéndose en la mayor marcha de la historia de Chile. Punto aparte fue el recordado comentario “cabros, esto no prendió” y vaya que sí prendió. Acá no se trata de un grupo minoritario o de encapuchados o de tal o cual partido. Quedó claramente de manifiesto que ha sido un llamado de atención de manera transversal, incluyendo a jóvenes, a la tercera edad, de todos los estratos sociales (salvo los “súper ricos”), independientes no pertenecientes a ningún partido político. Si la clase política ya estaba en tela de juicio, ahora ha sido vapuleada por la gente, con justa razón, porque han actuado en su propio beneficio, sin escuchar a los que votaron por ellos, la gente una vez más ha sido engañada con falsas promesas. Los políticos y los parlamentarios tienen todo fríamente calculado, crean y modifican leyes pensando en sus propios intereses, haciendo caso a favores políticos y coimas. En otras palabras impresentable.
Ahora veamos qué se logró en estos dos años en que Chile despertó. Un gran paso fue “sugerir” al gobierno cambiar la constitución, eligiéndose democráticamente a la Convención Constitucional, que será la encargada de escribir y proponer al país una nueva carta magna. Si bien se ha criticado el actuar de este organismo y de algunos constituyentes, con muchas polémicas al principio, se ha ido organizando para la gran tarea que tienen por delante, y quiéranlo o no, es un paso histórico en nuestra ya manoseada democracia. La tarea no es fácil y está en duda si se podrá concretar su trabajo en el plazo establecido.
Si bien se abrió este camino, todo el resto de las injusticias y desigualdades que afectan a la gente siguen presentes, es decir, estamos en la misma situación de antes del 18 de octubre de 2019. Hasta cuándo harán oídos sordos, hasta cuándo seguirán enriqueciéndose a costa de nosotros, etc. Lamentablemente llegó la pandemia y las necesidades por las que la gente se manifestó pasaron a segundo plano. Adicionalmente, vemos que los parlamentarios siguen siendo los mismos, algunos hicieron un enroque desde ser diputados a convertirse en flamantes candidatos a senadores y viceversa para seguir “apernados” a un sillón del Congreso, sumando más años de permanencia y de recibir excesivas dietas que son una burla para la sociedad. ¡¡¡No entendieron nada!!!, si el reclamo era contra ellos, pero “patudamente” hacen como si también les preocuparan las necesidades de la gente y toman su “bandera de lucha”, pero todos sabemos que es sólo populismo para ganar votos. Que injusto.
Por otra parte vemos una gran cantidad de candidatos presidenciales: jóvenes, “viejos zorros”, uno que hace campaña desde el extranjero, otros repetidos que por insistencia no se quedan, otro que ha deambulado por partidos políticos de centro izquierda y de derecha y sólo una mujer que participó de una incipiente primaria. En resumen nada ha cambiado y quieren tirarle tierra a las demandas sociales, desviando la atención hacia la violencia en las calles en vez de “escuchar la voz del pueblo”, como mencionó un reconocido cantante en pleno régimen militar (dictadura).