Siempre uno quiere saber en qué está fallando. La idea es corregir para superarse, pero cuando se trata de los hijos de uno, el interés es mayor. Hasta antes de la pandemia, un estudio elaborado por la Universidad Católica y la Agencia de Calidad de la Educación reveló que casi dos tercios de los alumnos de octavo básico no tiene un adecuado dominio de las matemáticas y su rendimiento equivale al de un alumno de cuarto básico. Muy peligroso y preocupante, porque persisten graves problemas de aprendizaje. El estudio se realizó a 182 mil alumnos, donde la evolución académica del 64% de los alumnos es especialmente desoladora en el ámbito de las Matemáticas. En el caso de Lenguaje se observa que el 39% de los estudiantes domina igual o menos contenidos que un alumno de tercero básico. El resultado del estudio proporciona un diagnóstico ilustrativo de lo que ocurre en el sistema educacional chileno, al quedar en evidencia que las principales debilidades se observan en los primeros años de formación, luego de lo cual resulta muy difícil recuperar los años perdidos. Imaginemos ahora en qué nivel estaremos actualmente, cuando hemos pasado los dos últimos años con un irregular proceso educativo debido a la pandemia del Coronavirus. ¿Qué hacer al respecto? ¿Estamos fallando al interior del hogar o en las aulas? Especialistas coinciden en la necesidad de introducir importantes cambios curriculares y en las prácticas pedagógicas. Los resultados desmienten que todos los niños aprendan de la misma forma. Dichos antecedentes son valiosos para efectos de establecer un diagnóstico hacia dónde debería dirigirse cualquier reforma educacional, pero en cambio la propuesta del Gobierno es contraria. En Magallanes, los resultados educativos de los últimos años han sido nefastos. Y ante las dudas que surgen con la reforma, ¿quién podrá defendernos?