Cuando postulamos a ser parte de los convencionales que redactarían la nueva Constitución de nuestro país, lo hicimos con el convencimiento de ser personas que representábamos un gran universo de ciudadanos informados, instruidos y conocedores de lo que el histórico proceso representaba. La ciudadanía decidió que esta sea confeccionada por personas que estuvieren ajenas a las influencias y avatares de los partidos políticos. Por amplia mayoría se intentó que fueran independientes los que integraren el conglomerado, lo que no significaba que estos tuvieran ideas inconexas o relativizadas solo a uno o unos pocos aspectos del total de temas que se cubrirían en ella. El proceso de convocatoria se inició y comenzaron a aparecer todo tipo de candidatos, representantes de la mayor cobertura social y política posible de encontrar. Nadie quiso quedarse fuera de tener a sus estructuras dentro de la papeleta y, de manera poco práctica pero sí muy desordenada, se dividió en tantas listas que, de partida, se sabía dónde iban a estar las preferencias, por lo menos de una de ellas: las que propiciaron el rechazo en el plebiscito, sumados a los inocentes votos de quienes la habían aprobado. Los partidos políticos del apruebo no tuvieron la hidalguía de oír a la comunidad ni a ese enorme porcentaje de votos que preferían no verlos en la nómina y no fueron capaces de ponerse de acuerdo para formar una sola lista de convencionales que hubiere dejado a los mejores en la cima y no tener candidatos que solo resonaban por sus nombres o por sus mediáticas y aguerridas formas de exponer sus lineamientos. En fin, la gran mayoría quedó fuera y surgieron poderosos grupos sociales que, enarbolando la bandera del cambio, llevaron a sus representantes a la esfera de la toma de decisiones. Y allí quedó el problema. Algo que sabíamos que ocurriría y que hoy lo vemos en el resultado del enorme trabajo realizado y en los llantos de sirena que vemos en la prensa y en la televisión porque las cosas no se hicieron como ellos hubieren querido. Entraron con mucha fuerza e incontables recursos para competir y muchísimos quedaron fuera, tal cual lo previmos y que fuimos relevando en las columnas de opinión de la época. La opacidad del texto que se logró conseguir, donde hay lineamientos de extrema ideologización, se debe a lo que en el hemiciclo se conjugó. Procurar llevar los reclamos de las calles al papel, sin dejar de lado los sentimientos, las heridas y los resentimientos de un sistema que afectaba a muchísimos y que solo se veía como inspirado en aquellos que representaban el intento de continuidad, en la cara de los que habían sido abanderados del rechazo y que ahí estaban para obstaculizarlo. La fortuna no estuvo con los que podrían haber logrado un número superior de representantes y que en la práctica quedaron en una impensada minoría y por primera vez tuvieron que sentir el bullying y la insignificancia de no tener voz, de la misma manera que su sector lo hizo durante los duros años de la dictadura a la cual internamente defienden y de la que tratan inútilmente de zafarse. El resultado del texto propuesto y que se encuentra en las manos de la Comisión de Armonización, asusta a una gran cantidad de gente, gracias al tremendo despliegue de los grupos económicos, amparados por su enorme acceso a la prensa. Decisiones de ser opción por el rechazo sin siquiera haberle leído es aplaudido por su sector mientras se critica por la misma razón a alguien que ha decidido votar apruebo. Vemos cómo los medios han validado como igualdad a los invitados a sus programas, sometiendo a igual cantidad de panelistas de uno y otro lado, y allí está el gran error. Por cada integrante de la derecha debería haber 4 de los grupos contrarios, y es un abuso de posición no respetar la real representatividad que en la Asamblea Constituyente tienen.
Dijimos en su momento que el texto sería el que la ciudadanía proponga, con sus falencias y aciertos. Quizás no sea perfecta, pero toda la materia que está en ella será objeto de la legislación y serán años los que se demorarán los parlamentarios en ir implementándolas y, sin duda alguna, muchas quedarán en el texto como una linda frase, como lo ha sido en las constituciones anteriores que nos ha tocado estudiar.