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Columna de opinión

Más Bolivia y Ecuador que Canadá y Nueva Zelanda

opinion
28/08/2022 a las 10:42
Pablo Oyarzo
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Rodrigo Álvarez Zenteno, Convencional Constituyente

Solo el triunfo del Rechazo puede devolvernos la esperanza de un Chile más próspero y mejor. Ese Chile ampliamente vilipendiado por la Convención Constitucional que, más que tener en la mente la elaboración de una Constitución de integración nacional que cumpliera con las exigencias de una democracia moderna, encausó sus prioridades hacia la refundación del país, a segmentarlo racialmente y a crear un sistema de gobierno que inadecuado y con innumerables elementos, pone en riesgo el desarrollo de un buen gobierno y una adecuada democracia.

Tuvieron la oportunidad de crear una norma estructural que organizara a nuestro Estado y a nuestra sociedad en base a principios y compromisos colectivos sólidos y democráticos, y hace un año atrás, en época de campaña, prometieron que ese era el objetivo, teniendo como modelo a países del primer mundo como Canadá, Australia o Nueva Zelanda, destacados por sus políticas sociales robustas, excelentes relaciones con sus pueblos originarios y un modelo económico altamente diversificado, con patrones de producción eficientes y tecnologizados que van en concordancia con la protección del medioambiente.

Siendo así, es necesario hacer un análisis retrospectivo y preguntarse ¿qué pasó en el camino? Porque finalmente, lo que redactó la Convención de izquierda es algo absolutamente opuesto: una Carta Magna con un estatuto de la naturaleza extremadamente confuso, con un estatuto de bienes naturales sin contorno jurídico que puede afectar profundamente al desarrollo y la creación de empleo; una norma con un indigenísmo desmedido que discrimina a chilenos de miembros de pueblos originarios, con sistemas jurídicos distintos y con privilegios para unos, pero no para otros, como por ejemplo, el veto indígena o la especial protección de la propiedad de sus tierras, cosa que los chilenos no poseerán.

Echando mano a la legislación comparada, la Constitución que se plebiscitará el próximo 4 de septiembre, no es ni un ápice de lo que son las Constituciones de Canadá o Nueva Zelanda, sino más bien, es una triste emulación a las Cartas Fundamentales de Bolivia y Ecuador caracterizadas por sus normas separatistas y lesivas para la libertad de las personas, promovidas por movimientos populistas de izquierda que, según ha probado la historia, terminan siendo de carácter autoritario, no cumplen con lo que prometen, generan frustración en las personas y merman del desarrollo de las naciones, exacerbando el desempleo, la inflación y la pobreza. Es decir, fracasan.

Chile merece más. Y el 4 de septiembre es clave porque los ciudadanos tenemos una nueva oportunidad: al votar Rechazo dejaremos atrás esta etapa de confusión y demagogia y podremos mirar el futuro con la esperanza de que sí es posible –y necesario- redactar una nueva y buena Constitución que haga de Chile un país mejor, en donde no haya separatismos ni ciudadanos de primera y segunda categoría; en donde la libertad de las personas, la independencia de las instituciones y la separación de poderes, permitan el desarrollo y el bienestar que anhelamos y que bajo ninguna circunstancia, esta Constitución será capaz de proveer.

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