Nuestras Parques Nacionales son materia de orgullo a nivel nacional, no sólo por el gran porcentaje de nuestro territorio protegido, si no por su rol como refugios climáticos a nivel mundial. Este año, Chile fue elegido como el mejor destino verde del mundo, destacando el trabajo que se hace para fomentar el turismo rural, la protección de la flora y la fauna local, y la preservación del patrimonio de nuestro país. Sin embargo, nuestros parques están enfrentados constantemente a una serie de amenazas que ponen en riesgo su resguardo efectivo. Uno de ellos es la salmonicultura en áreas protegidas.
Según el informe publicado la semana pasada por El Programa Austral Patagonia de la Universidad Austral de Chile el 45% de las concesiones acuícolas otorgadas en la Región de Aysén, y el 68% en el caso de la Región de Magallanes, están en la porción marina de las áreas silvestres protegidas, siendo las reservas nacionales de Las Guaitecas, en la Región de Aysén, y Kawésqar, en la Región de Magallanes, las que poseen mayor presión de parte de esta industria.
Mientras en Chile aún no hay acciones concretas frente a esta irregular situación, a nivel internacional se ha comenzado a cuestionar la continuidad de la industria dado su impacto sobre los ecosistemas. Recientemente el Estado de Washington prohibió la operación de salmoneras en sus costas, y por otro lado Argentina ha sido pionero al prohibir la salmonicultura en el Canal de Beagle. Estas decisiones históricas no solo repercuten en dichos países, sino que también sientan un precedente en el mundo entero.
Hoy, es nuestro turno. Contamos con tratados, un sistema de leyes y regulaciones específicas para su protección. Sin embargo, no existe una real fiscalización que vele por el cumplimiento de éstas, por lo que la industria sigue desarrollándose a altas tasas en áreas protegidas. El informe de la Universidad Austral, señala que esta inconsistencia estaría dada por problemas en la interpretación y aplicación de la normativa, por parte de los órganos públicos competentes.
Es impensado seguir permitiendo el funcionamiento de salmoneras dentro de nuestras áreas protegidas, pues es una contradicción respecto de los objetivos de conservación para las cuales fueron creadas. Ante la crisis climática y de extinción de especies tenemos el deber moral de protegerlas.