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Columna de opinión

Las tarjetas

opinion
05/12/2022 a las 12:28
Pablo Oyarzo
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Hermes Hein, abogado

Autoridad que no abusa pierde su prestigio, el episodio de las tarjetas llega tarde, ya no asombra, porque el Congreso ya está desgastado, envilecido al extremo que nada sorprende, desde el raspado de la olla, asesorías fundadas en las redes sociales o en Wikipedia, hasta el uso de tarjetas de combustible para familiares y amigos, al extremo que ya ningún exceso le hará perder su prestigio porque hace rato que perdió el poco y nada que le quedaba. Enfrentados a los grandes temas constitucionales y al ejercicio de sus atribuciones, no aparece revestido de la seriedad y formalidad que lo habilite para adoptar decisiones legitimadas ante la ciudadanía, tales como el nombramiento del Fiscal Nacional o la redacción de un nuevo texto constitucional.

Ante estas pequeñeces, tan propias de nuestra chilenidad, nos asombra lo bajo, lo pequeño, hasta en el pillaje hay cierto rasquerío, no estamos hablando de millones de dólares, sino que de las tarjetas de combustible, sólo falta que carguen a la dieta parlamentaria la matricula de los niños o el sueldo de sus atribuladas trabajadoras de casa particular. O sea, si bien la corrupción existe en instituciones como el Vaticano, la Fifa y hasta en Naciones Unidas, acá no deja de llamar la atención la pequeñez, lo diminuto y esa creatividad para reparar inclusive en la insignificancia. La verdad es que la cuantía de estos abusos expresa lo limitado, los escasos recursos intelectuales de nuestros Honorables, para hacer algo en serio, relevante, inclusive cuando de defraudaciones se trata.

Por cierto, las propuestas o sugerencias para superar esta crisis no dejan de ser una ingenuidad, tales como implementar nuevas medidas de control, sanciones éticas o inclusive rebajar la dieta parlamentaria, propuesta esta última propia del infantilismo frenteamplista o en otros casos una manifestación descarada de esa vieja ulcera del alma, la envidia. Nada de esto resuelve el problema de fondo, la baja calidad y nivel de nuestra política, la precariedad intelectual de como ejercemos el sufragio, universal, secreto y desinformado, porque una y otra vez resultan electos los mismos personajes que en cada campaña además ofrecen redención y se conceden recíprocas indulgencias.

En síntesis, la gravedad de este grave deterioro de la política es que la democracia ya se percibe decadente, superada, desbordada, y ante ello surgen aquí y allá, propuestas populistas aún más destempladas, que cada cierto tiempo ofrecen superar y suprimir las tarjetas y tarjetones a costa de la democracia o lisa y llanamente suprimiéndola por su desprestigio. O sea, las opciones no son muchas, pero en todo caso parece inviable que ninguna propuesta o práctica rehabilitadora surja desde el propio Congreso, así planteadas las cosas es mejor que las tarjetas sean de libre disposición, si al fin y al cabo el alza del combustible nos ha afectado a todos.

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