El título de esta columna, sin los signos de interrogación pertinentes, forman parte de los versos de un corrido mejicano de hace ya años, pero, tan vigentes hoy que siguen causando dolor, angustia y rabia.
Esa composición recogía el sentimiento de un país que había sido desgarrado por revoluciones y revolucionarios de todo tipo: unos heroicos, como Villa, Madero o Zapata, otros de valores discutibles, como Huerta y varios otros, cuyos actos se desarrollaron bajo las balas de carabinas 30 30, a pie o a caballo o descarrilando trenes, incluso invadiendo territorio yanqui o acribillando estudiantes en la Plaza de Tlatelolco.
Pero esos ejemplos no se avienen con el ser magallánico, con vivir en Punta Arenas, aunque hace unos años, los afiebrados de siempre desataron la violencia, la destrucción y hasta incendios, en nuestras calles y avenidas, y salieron casi impunes en sus fechorías.
Pero, nuestra región se ha visto estremecida por tres asesinatos sólo en lo que a de este año 2023, a los que deben sumarse riñas, accidentes de tránsito, desórdenes en la vía pública, consumo excesivo de alcohol y abundante tráfico y consumo de drogas de todo tipo, especialmente durante los fines de semana, aunque ningún día pueda mostrarse “más tranquilo”.
Pero no estamos en México, aunque haya gestiones para hermanarnos en la aplicación de políticas de seguridad pública, antidrogas, anti carteles, de Sinaloa, de Ciudad Juárez u otras, que ya fracasaron en forma estrepitosa y sangrienta.
Un joven descuartizado a manos de un enajenado y su sobrino nos proyectó, dolorosamente, a nivel nacional e internacional desconocidos, hasta ahora, por lo espeluznante y el uso de cuchillos u objetos contundentes, parece ser algo ya habitual para muchas personas, especialmente jóvenes, para dirimir querellas personales o, equivocadamente, “hacer justicia”.
Los esfuerzos de carabineros e investigaciones, de la seguridad ciudadana, de juntas de vecinos, de entidades gremiales y de la comunidad toda, resultan vanos cuando los autores de tropelías y fechorías, como crímenes, lesiones graves o narcotráfico, reciben medidas cautelares casi piadosas, como arrestos domiciliarios, totales o nocturnos
Urge, pues, que se defina una política de estado de verdad por parte de las autoridades; que endurezca las sanciones; que le devuelva atribuciones a las fuerzas policiales, que esos efectivos se sientan respaldados al sacar sus armas y hacer respetar la ley, entre otras medidas, de verdad, en favor de las víctimas y que no proteja a los victimarios por consideraciones políticas o ideológicas y esa es una tarea que compete a todos, especialmente, a los que gobiernan o tienen poder legislativo, aunque sea en forma temporal.
Sólo entonces, dejaremos atrás los versos del corrido mejicano y la vida de los magallánicos, como la de millones de chilenos, volverá a tener el valor que se merece porque es un regalo de Dios, porque vivimos en este hermosa patria, en esta bella región austral; porque tenemos familia y porque defendemos la libertad, sin la amenaza de los criminales, más de uno, tal vez, en libertad condicional.
Finalmente, hago llegar mis más sentidas condolencias a las familias de las víctimas de estos crueles homicidios, pidiendo a Dios que los haya acogido cerca suyo por la Eternidad y que le otorgue fuerza, consuelo y resignación a todos sus familiares y amigos… esperando que, más temprano que tarde, se hará, haremos, justicia de verdad.