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Columna

De la projimidad a la nostridad I

opinion
27/06/2024 a las 14:22
Pablo Oyarzo
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Raúl Caamaño Matamala, Profesor Universidad Católica de Temuco

Ambas son buen propósito. Podría decir que una es medio y que la otra es fin. Aunque van y vienen, persiguen un mismo fin.

Nuevas, novedosas expresiones, no obstante son actos ya viejos, pero poco practicados, eso explicaría por qué no se han anclado en el léxico habitual.

Son próximas, no iguales. La verdad es que una se encuentra en la otra, o con la otra.

Descubrir el prójimo, darnos cuenta de él, de su proximidad, de su esencia, nos permite salir del yo, de la individualidad, para edificar un yo con un plus, un yo y un tú, hermanados, un nosotros, primero dual y ojalá, Dios los quiera, un nosotros plural, hermanado.

¿Qué es una? ¿Qué es la otra? Lo intentaremos (ustedes me ayudarán), yo lo intentaré, también.

El interés legítimo por los demás que activa la empatía, el trabajar unidos y la solidaridad es la projimidad. La verdad es que no hallo mejor forma de ilustrar este sentimiento que evocando la parábola del Buen Samaritano. Recordémosla:

Y entonces, un doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?” Jesús le preguntó a su vez: “¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?” Él le respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo”. “Has respondido exactamente, le dijo Jesús; obra así y alcanzarás la vida» Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: «¿Y quién es mi prójimo?” Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: “Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver” ¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?” 2El que tuvo compasión de él”, le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: “Ve, y procede tú de la misma manera” Lc 10, 25-37.

No lo dudo, no lo duden. No hay mejor manera de mostrar, de ilustrar qué es la projimidad, no solo como práctica, no solo como conducta, sino como doctrina.

En algunas ocasiones, cuando la práctica conversacional se ha dado, en especial entre o con jóvenes, les he preguntado quién es su prójimo, así, sorpresivamente. Entre desconcertados y asombrados, se han animado a responder, de manera cierta, equívoca o dubitativa. No está mal. Luego, reincorporados, se iluminan y se afirman, convencidos de cuán importante es la labor de descubrir quién es su prójimo (el de ellos, el de todos) y relevar, de mil formas, el ser hospitalario, o practicar la hospitalidad.

Entonces, la invitación es abandonar el yoísmo, reconocernos en el tú, en el prójimo, y dar pasos firmes a construir nostridad.

¿La nostridad? La nostridad la abordaremos más latamente en una nueva columna.

Buona giornata a fratelli tutti!

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