Los turistas llegaron a Magallanes desde diversos lugares del mundo: Alemania, Brasil, Japón, España, Perú y desde diversas ciudades de nuestro país, preferentemente desde Santiago.
Antofagasta, Valdivia, Los Ángeles, Temuco, Valparaíso también aportan un buen número de personas que ya sabían de las bellezas de esta región austral o que fueron alentados a venir porque querían conocer en primera persona y con sus propios ojos “la Octava Maravilla del Mundo”.
La gran mayoría de esos visitantes corresponden a una criolla denominación “free tourist”, es decir, vienen con sus pasaportes o sus cédulas de identidad, sus pasajes aéreos y sus dineros en los bolsillos. No vienen en programas de agencias de turismo y es por eso que se les pudo ver caminando por calles y avenidas de Punta Arenas, Puerto Natales, Porvenir y hasta por los soñolientos y polvorientos caminos que llevan a Río Verde o a San Gregorio o, desde la capital de Tierra del Fuego, rumbo a Cameron, Pampa Guanaco, Lago Blanco y, orillando el río Grande, caminar hasta Río Grande por el paso Bellavista.
Los que llegaron por Punta Arenas, vuelven a ella y como no coordinaron sus vuelos de regreso al norte o los dineros empezaron a escasear, deben pernoctar en el propio aeropuerto, desafiando el bullicio de los pasajeros que llegan o se van en los numerosos vuelos nocturnos o de madrugada y el bullicioso quehacer de familiares y amigos de esos viajeros que van a despedirlos o a recogerlos.
Como turistas “free”, quienes pernoctan en el Aeropuerto Presidente Ibáñez, parecen venir tan agotados que pueden dormir plácidamente sobre un piso duro y helado.
No hay duchas
Karen y Nikko llegaron desde Santiago, y antes de tenderse envueltos en sus sacos de dormir señalaron que en sus celulares habían conectados las alarmas y dormirían muy tranquilos. “Claro que tuvimos que lavarnos por partes, porque en los baños no hay duchas y podrían instalarlas porque, mediante un pago aceptable uno se podría sacar la tierra, el cansancio y recuperarse de las caminatas”, afirmaron los santiaguinos.
Heinz y Liz llegaron desde Bonn, donde ejercen como profesores de Español en un colegio privado: “Magallanes es una región muy hermosa, virgen en muchos lugares y una avifauna que es preciso conservar, especialmente en sus parques nacionales. No importa dormir en el piso, porque así ahorramos y podremos seguir hasta San Pedro Atacama”, y, sonriendo, añadieron, muy a la chilena, que tenían reservas hoteleras en Santiago y que allá se ducharían.
Mariana y Pedro Uribarri vinieron desde Santander (España) “porque teníamos enormes deseos de llegar al otro lado del mundo y nos hemos llevado varias sorpresas, por ejemplo, la belleza de esta tierra que acogió a muchos españoles, de Asturias, por ejemplo. También la calidad de los servicios turísticos en Puerto Natales y en el Parque Nacional Torres del Payne, pero adentro es caro y si nos cobran por venir, nos iremos a otro lado”.
¿Y esto de dormir en el aeropuerto?: “Es una forma de ahorrar (hotel, transporte al aeropuerto y comida), pero también es parte de la aventura. Que todavía somos jóvenes y podemos hacerlo y vamos a Puerto Montt y después a Chiloé, antes de regresar a España”.
El ruido de los pasajeros en tránsito y sus familiares y amigos apaga los ronquidos de los durmientes que a las cinco, a los seis o siete de la madrugada son despertados por las alarmas de sus celulares; van a medio lavarse a los baños del aeropuerto y, después, abordan sus respectivos aviones.
Hasta la próxima vez, con la esperanza de que no les apliquen impuestos por venir a esta tierra tan hermosa.