Todos los vehículos fueron alguna vez, “últimos modelos”, pero en cuanto dejaron la agencia donde fueron adquiridos y dieron un par de vueltas por pasajes, calles y avenidas de Punta Arenas, adquirieron la categoría de “autos usados”.
Incendiado
Uno de ellos, hace largos meses, fue el objetivo de un grupo de vándalos desconocidos que le prendieron fuego, en una de las muchas madrugadas en que el alcohol y las drogas hacen de las suyas en mentes juveniles y otras no tanto.
Y allí quedó, hasta que los dueños de la residencia frente a la cual se cometió el siniestro, lo empujaron y lo dejaron en un costado de calle Riquelme, en el siempre tranquilo Barrio Prat.
Al cabo de un tiempo, contaron algunos vecinos a los que les molesta “el espectáculo del autito ése”, empezaron a llegar vagos, borrachines y drogadictos que hicieron de él un punto de encuentro y de refugio para, obviamente, beber y compartir cigarrillos, cuyo humo esparcía por los alrededores, el tufillo de la marihuana y el alcohol, amén de otros olores.
Sin incidentes
Afortunadamente, no se registró, hasta ahora, ninguna desgracia mayor, pero no era, precisamente, un espectáculo edificante para los vecinos apreciar cómo se bebía, como se drogaba y algo más, a veces, el grupito de desconocidos que se acomodaba en los asientos semi quemados del auto que, alguna vez, también fue “un último modelito”.
Un día, su dueño, al parecer, llegó hasta el lugar y retiró los neumáticos que se salvaron del incendio intencional en condiciones aceptables, los cargó y se marchó, contó el vecino Bernardino Vásquez, dejando los restos semicalcinados.
Posteriormente, alguien no identificado, pero, tal vez, el mismo dueño, regresó y desmontó lo que quedaba de los asientos del coche y, como en la ocasión anterior, los cargó y se marchó.
Es posible que no regrese más, porque el automóvil está en muy malas condiciones: sin asientos, sin vidrios, sin parabrisas, lleno de basura y las huellas del vino que se compartió entre los desconocidos que se reunieron allí.
Ellos, a lo mejor, regresan, para molestia de los vecinos, que como don Bernardino y doña Carmen, encuentran que está muy mal que el coche semi quemado siga en un costado de calle Riquelme, afeando el paisaje de un sector residencial antiguo, tranquilo, habitado, mayoritariamente, por adultos mayores, y por donde además, transitan los centenares de alumnos de la Escuela  Arturo Prat.