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Barcaza Yaghan evitó una tragedia

Navegantes españoles perdieron su yate en las peligrosas y frías aguas del Canal Ballenero

cronica
29/03/2017 a las 12:31
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Oportuna coordinación en el mar austral permitió un rescate en plena noche.

El peligro acecha a todos quienes se aventuran a navegar las frías y peligrosas aguas de los canales australes.
Vientos de más de cuarenta nudos; mar gruesa; canales rocosos y una oscuridad que muchos describen como “la negra boca de un lobo negro”, golpearon la semana pasada al yate “Lady Laura U”, de bandera española.
Los hermanos Antonio y Gaspar Alomar Serrallach eran sus tripulantes y habían zarpado hace un año y medio, desde el puerto catalán de Barcelona para recorrer el mundo y dar vuelta por América.
Cruzaron el Atlántico y se aventuraron hacia el sur, hasta llegar a Ushuaia, el último puerto donde recalaron antes de izar velas, como se dice en jerga marinera, y zarpar en demanda de Puerto Montt,  punto final de la notable expedición, desafiando los peligrosos canales del archipiélago austral de Chile.
Pero el Poseidón austral había determinado otra cosa.
Los hermanos catalanes pretendían dar la vuelta a América y enfilaron la proa de su yate, por el canal Beagle y singlaban por el Canal Ballenero, en horas de la noche del miércoles 22 de marzo.
“Tuvimos (entonces) un problema, pues enganchamos las hélices con unas algas y el barco nos quedó a la deriva”, recordó Antonio.
El viento, con rachas superiores a cuarenta nudos (unos ochenta kilómetros por hora, aproximadamente) lanzó al “Lady Laura U”, contra los roqueríos de la isla Burnt, una de las tantas que jalonan no sólo el Canal Ballenero.
En medio de la noche, debieron saltar a las aguas y buscar refugio entre las rocas; en su apuro, olvidaron la radio y, lo más importante, la radiobaliza, una especie de boya que lanza una señal de auxilio ante una emergencia, la cual es captada por un satélite que ubica la señal en la geografía marítima y esto permite que la Armada de Chile, a través de un sistema especial, coordine la ayuda necesaria con los barcos que naveguen en las cercanías del punto donde se ha registrado el siniestro marítimo.
Presencia magallánica
A eso de las cuatro y media de la mañana del mismo miércoles, la barcaza Yaghan, de la naviera Transbordadora Austral Broom, que regresaba de Puerto Williams, a través de los ojos de su piloto, avistó al catamarán, se pensó que estaban buscando un punto adecuado para capear el temporal; no pudo confirmarlo, porque sus llamados no tuvieron respuesta, ya que la radio y la radiobaliza de los españoles aún no estaba activada.
Ambos estaban en tierra, luchando contra el frío que ya empezaba a provocarles hipotermia, “la muerte dulce”, esa que ataca las extremidades, avanza por el cuerpo y, finalmente, suave, pero letalmente, se apodera del corazón de sus víctimas que se duermen con una especie de sonrisa en sus labios amoratados.
Pero la suerte estaba con los catalanes, ya que volvieron al yate; lograron activar el sistema y, al cabo de menos de media hora, la barcaza magallánica, al mando del capitán Eduardo Leal y su tripulación, rescataron a los hermanos Alomar desde las rocas; los subieron a bordo, los abrigaron y los alimentaron, devolviéndolos a la vida.
La autoridad marítima chilena, en Puerto Williams, explicó que la Dirección de Seguridad y Operaciones de la Armada, en Valparaíso, captó la señal de auxilio de los hermanos españoles; alertó  a la Alcaldía de Mar de Timbales y desde allí, se alertó a la barcaza magallánica Yaghan y se ejecutó la maniobra de rescate.
De esta manera, con los hermanos catalanes ya en Punta Arenas en las últimas horas del mismo miércoles, el operativo de rescate había tenido un final feliz, aunque el yate “Lady Laura U” deberá permanecer en las rocas de la isla Burnt, si se hunde en forma definitiva.
Es un tributo al Poseidón austral que, seguramente furioso porque dos humanos escaparon de su aliada, la Muerte, en estas latitudes, en estos mares fríos, peligrosos con vientos desatados por Eolo y en medio de las olas y de la oscuridad, seguirá esperando a otros navegantes tan audaces, como Antonio y Gaspar Alomar Serrallach.
Pero la presencia de los marinos chilenos, de la Armada y de la marina mercante, de seguro, seguirá impidiendo que pueda cobrar vidas humanas en su reino oceánico.


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