El
21 de octubre celebramos el Día de la Región y el 497º
aniversario del descubrimiento del Estrecho de Magallanes. Un buen
momento para reflexionar que nuestra historia regional es y seguirá
siendo el fruto de personas que se atrevieron y vencieron los obstáculos
del destino. Hombres y mujeres soñadoras que llegaron de Europa,
Chiloé, y otras latitudes a construir con esperanza la región que hoy
gozamos.
La Región de Magallanes y Antártica Chilena enriquece a Chile.
No sólo por su aporte económico, territorial, marítimo y de soberanía
que permite extender el nombre de la patria hasta el polo sur. Nuestra
región enriquece a Chile por la construcción permanente de nuestra
cultura e identidad y muy especialmente por el aporte de nuestras
etnias. Porque antes de la llegada de los navegantes europeos, aquí
había vida y riqueza, el paisaje magallánico se mezclaba con nuestros
pueblos originarios. Por ello es una tarea permanente el construir una
sociedad que respete la diversidad, que promueva la tolerancia y haga
justicia con nuestros ancestros. Y Magallanes tiene que hacerlo como una
región multicultural que valora sus raíces.
Es el llamado que nos hace la Presidenta Michelle Bachelet cuando al referirse a nuestras etnias y su rescate cultural señala que ello “tiene que ver muy profundamente con el tipo de país que queremos ser”. Y es precisamente ese profundo significado el que siento tenemos los magallánicos. Deseamos un país y una sociedad que destierre las discriminaciones y prejuicios. Por eso estamos llamados a valorar a nuestros hermanos y hermanas indígenas por su dignidad como ciudadanos. La democracia supone diversidad y controversia, pero también voluntad de convergencia.
Así, Magallanes debe ser la suma de kawesqar, yaganes, aonikens, mapuches huilliches, selknams y todo el mundo cosmopolita que llegó de otras latitudes a construir lo que hoy somos, semilla cultural que tenemos que cultivar y valorar. Esta multiculturalidad que existe en nuestro territorio, en nuestra gente, es el único sello que nos da identidad. Así nuestra gran tarea en este nuevo aniversario debe ser construir esa sociedad plural y diversa, que pueda reconocer y a la vez expresar la riqueza de los orígenes de nuestra nación.
Sin embargo, ello no será posible ni fácil si no dejamos atrás los viejos prejuicios racistas, la incomprensión de algunos frente al mundo indígena. Es la hora de asumirnos como una sociedad plural y multicultural, y que esa diversidad tenga su expresión en el parlamento, en los municipios, en el Core, en las organizaciones políticas, religiosas y sociales, único camino que les dará el merecido reconocimiento a quienes han sido invisibilizados y discriminados en estos 497 años de historia regional.