La noticia dio la vuelta al mundo, hace ya unos años: un pescador ocasional, al que acompañaba un compañero de trabajo en una estancia turística, en las inmediaciones del Parque Nacional Torres del Paine, tuvo la mala fortuna de encontrarse de frente con un puma, a orillas del Lago Sarmiento.
José Alarcón, según quienes lo conocieron en Puerto Natales, se habría dejado llevar por la creencia popular de que éste animal le teme al ser humano y trató de ahuyentarlo con la caña de pescar que portaba para su afición deportiva.
Craso error.
Alarcón lo supo cuando el puma, que se encontraba hambriento, lo que tampoco supo, en lugar de huir, se abalanzó sobre él, le causó un ataque cardíaco que lo dejó inconsciente, pero moribundo y, si cabe, para su fortuna, no sintió ni las garras ni los colmillos del animal sobre su cuerpo.
El compañero del occiso se percató del mortal ataque del puma – versiones periodísticas dan cuenta de que nunca se recuperó del trauma de observar, a distancia más que prudente, cómo el animal lamía la sangre que manaba del cuerpo de su amigo – y logró dar aviso y encontrar ayuda, pero cuando llegaron al sitio del ataque, el puma había desaparecido.
Expertos de la Corporación Nacional Forestal (Conaf), apoyados por personal público y privado, dotado de armamento, realizaron la búsqueda del animal y, finalmente, lo ubicaron y le dieron muerte.
Han pasado largos años y la historia ha vuelto a repetirse, afortunada aunque lamentablemente, en un parque nacional de Sudáfrica.
Una de las ejecutivas de la popular serie televisiva “Game of Thrones” participaba de un safari, en el llamado “llano de los leones”; descuidó las medidas de seguridad y de auto cuidado recomendadas y la cabeza le fue destrozada por un león, de acuerdo a versiones cablegráficas.
El resultado fue tan dantesco que la guía del safari murió en el mismo sitio, pero no víctima del ataque de otra fiera salvaje, sino de un fulminante infarto al miocardio, provocado por el horroroso cuadro posterior al ataque.
Razones
Hace un par de meses, en un hostal de Puerto Natales, C.O., de 37 años, fue chanceado por otros tres amigos, con quienes recorrió el Parque Nacional Torres del Payne.
En su entusiasmo, pero cuidadosamente, se acercó, con el viento a su favor (el hombre tenía conocimientos de auto cuidado y aprovechamiento del terreno gracias a que desde pequeño participó en grupos de boys scouts); con su cámara fotográfica lista para retratar a un imponente guanaco que pastaba a orillas de una laguna, cerca del cruce hacia la portería Laguna Amarga.
No logró fotografía alguna: el guanaco macho no sólo lo enfrentó sino que “lo bañó” con el contenido que en ese momento tenía en el hocico, un maloliente “escupitajo de guanaco”.