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Macarena Perich: toda la pasión de la primera mujer motoquera de nuestra región

cronica
04/09/2016 a las 17:31
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Pronto será partícipe importante del equipo de motoqueros en el encuentro a desarrollarse en nuestra ciudad los días 7, 8 y 9 de octubre.

No es común hablar que un gran número de motoqueros se preparan para el gran encuentro internacional a desarrollarse en nuestra ciudad y menos cuando dentro de ese gran grupo de apasionados por las motos aparece Macarena Perich. Ella es profesora de Artes Visuales y desde pequeña ha vivido intensamente ese cariño por la máquina de dos ruedas, impulsado un poco gracias a las vivencias y experiencias de su padre, un motoquero de toda la vida. En un descanso a sus actividades diarias, Macarena Perich conversó con Pingüino Multimedia de sus inicios, vivencias y pasión por las motos y  sobre la experiencia que vivirá en este primer encuentro internacional de motoqueros a realizarse el 7, 8 y 9 de octubre.
¿Cómo parte esta motivación por las motos?
“La motivación por las motos parte desde muy pequeña. Recuerdo tener 6 años y andar en un triciclo con motor que inventó mi papá. La moto siempre fue la mezcla perfecta entre los viajes y la familia, me encantaba eso de preparar las cosas para viajar, subir la moto, buscar la ropa ideal, el casco, los guantes, hacer una lista para que nada se olvide. La moto siempre fue eso, la síntesis de la vida, pues había que partir con lo justo”.
¿Cuál es la sensación que se vive arriba de una moto?
“La moto en carretera, es un momento de reflexión, además tiene que ver con un estilo, con una filosofía de vida. Fácilmente se medita sin estar consciente de aquello, pues cuando vas viajando, llega un punto donde la velocidad no se siente y sólo te centras en el aquí y el ahora, estás en el presente, no hay pasado, no hay futuro. No importa de dónde saliste ni a dónde vas, sino el proceso de estar contigo mismo, no hay nada más romántico que eso. La moto no tiene nada que ver con la rudeza, la moto es poesía, son convicciones, son ideales materializados en una hermandad de ruta con otros compañeros, tiene que ver con moverse para conocer otros lugares, otras personas, por lo tanto, un motoquero es un humanista por excelencia”.
¿En qué momento se vuelve una motoquera?
“Eres motoquera cuando te das cuenta que conducir un vehículo de dos ruedas es un acto mayor. Mucha gente anda en moto a diario, para trasladarse, para competir, para vivir algo nuevo, pero si te involucras mayormente, ya con esa acción modelas tu vida, asumiendo  nuevos ideales y conceptos, lo eres, especialmente cuando te emocionas con las máquinas, y te maravillas con sus funcionamientos, con la mecánica, el diseño, con los viajes, con la camaradería”.
¿Qué significa ser una primera mujer motoquera?
“Tal vez no soy la primera mujer motoquera, pero si la primera artista que define su estética con el mundo de las motocicletas y el patrimonio industrial, haciendo específicamente arte de performance (arte corporal) en torno a eso. La poética de las máquinas es mi universo y mi vida personal también se filtra por ese paisaje de fierros y combustibles. Uso motocicletas para conocer mi territorio, para dialogar con el clima, para conocer gente aventurera, valiente, personas que viven el romanticismo lejos del cliché de las rosas, los chocolates y la canción cebollenta. Quizás, porque soy una mujer que prefiere el rock, el olor de la gasolina, los talleres mecánicos. Me alejo de los tacos, del maquillaje, del rosado, tengo ese estilo y así soy feliz”.
¿Qué ha significado definitivamente la moto en tu vida?
“Las máquinas y el arte, han definido mi vida entera, es lo único que he desarrollado desde los 5 ó 6 años y que jamás dejé de amar. Esto ha condicionado mis gustos, mi personalidad, mis raíces. La moto es genial porque exige ser cuidadoso y responsable, si uno encuentra ese equilibrio entre el peligro y el control de las situaciones, se logra sentir una sensación única de libertad. La moto es una máquina unitaria, muy parecida al volumen de tu cuerpo, tiene casi la misma escala de uno mismo, por lo tanto, te sientes poderoso, al límite, pero siempre tomando en cuenta lo frágil que es la vida”.
¿Cómo compatibilizas tu trabajo y la dedicación a la moto?
“Es muy compatible, ya que viajo mucho por la región, últimamente he estado recorriendo Tierra del Fuego con mi retrospectiva artística, por lo tanto usar la moto o el jeep es casi obligación, he tenido un año perfecto, me siento muy privilegiada”.
¿Qué vivencias ha tenido fuera de la región?
“Recuerdo haber andado en moto en Indonesia. Era una situación precaria, iba en una moto vieja, por una caótica ciudad llamada Yogyakarta, muy peligrosa y desordenada. Recuerdo tener mucho miedo, porque mi seguridad no dependía de mí, sino del resto. Todo era rápido, se cruzaban personas y animales, no había nadie que dirigiera el tránsito, y sólo arrendaban cascos abiertos y gigantes. Lo bonito era que muchas mujeres usaban motocicletas, musulmanas con burka, de compras, yendo a la feria, pese a ser pobres y tener lo mínimo. Fue una gran experiencia”.
¿Qué significa para tí la experiencia de vivir este primer desafío de encuentro de motoqueros?
“Un encuentro motoquero en Punta Arenas era necesario, pues se desarrollan otros eventos en la Patagonia, tanto chilena como argentina, y como capital regional no había presencia. Me saco el sombrero por mis compañeros, y espero colaborar para que todo salga bien y sea una actividad que se instale por siempre ya que potencia el turismo y permite también un encuentro con la comunidad local, genera una puesta en valor del patrimonio y fraterniza la alianza entre chilenos y argentinos, sobre todo porque esta región es súper tuerca. Con el tiempo tal vez podrían visitarnos motoqueros de otros lugares, a futuro se visualiza como un evento muy atractivo para todos”.
¿Nómbreme el mejor momento motoquero de su vida?
“El mejor momento que he tenido fue un accidente en moto, trágico pero maravilloso. Me caí en la carretera un par de veces por el viento a pocos kilómetros de la frontera argentina. Íbamos al norte con mi papá cuando descubrimos que era imposible seguir por el temporal, así que nos devolvimos a San Gregorio. Recuerdo que paramos a comer unos tallarines con salsa, mientras yo lloraba como loca por la frustración. Pero después  conversamos y decidimos que él tenía que irse solo, como sea, era ahora o nunca. Y lo hizo. Yo me devolví a Punta Arenas, pues mi moto era muy liviana, pero él con su Vulcan 750 y obviamente su enorme experiencia, podía seguir. Fue perfecto, porque lo vi despojarse de todo y cumplir su sueño, desde ese día lo admiro más aún”.
¿A quiénes tendría que agradecer, que hayan sido pilares fundamentales en su carrera deportiva?
“Por supuesto que a mi papá, de niña crecí en su taller mecánico viendo como su creatividad era puesta al servicio de las máquinas. Veía como adaptaba sistemas y estructuras para rescatar el funcionamiento de los fierros, eso era impresionante, siempre fue como un mago, un escultor, un científico, un doctor, pero todo junto. De ahí viene mi apreciación hacia las motos, los autos, los camiones. Además mi niñez y mi adolescencia se fueron desarrollando mientras íbamos al campo y andábamos en moto, yendo de picnic. Mi mamá siempre preparaba todo para que cada salida fuera una aventura perfecta, gracias a ellos mi presente motoquero es símbolo de una infancia tremendamente feliz”.
¿Cuál es tu sueño más próximo a cumplir?
“Definitivamente hoy viajar en familia con mi papá y mi hermano. ¿Mañana? no lo sé, tal vez encontrar por ahí algún motoquero viajero y tener una familia propia, sobre ruedas”.

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