El faro instalado y en pleno funcionamiento en la Punta Dungeness, es la luz que guía a las naves que ingresan al Estrecho de Magallanes por la boca oriental del paso bioceánico o que navegan en dirección al Océano Atlántico después de haberlo cruzado, de la mano de un práctico, desde las aguas del Pacífico.
Este faro fue construido en el año 1899, es decir, a fines del siglo diecinueve y a lo largo de 118 años, ha prestado valiosos y vitales servicios a la navegación por aguas que muchos califican como “peligrosas”, tanto por las corrientes marinas como por las condiciones climáticas que imperan en el área.
El faro está construido en base a una torre metálica y cilíndrica, de 25 metros de altura, es decir, equivalente a un edificio de diez pisos, aproximadamente, que desafía al viento que, generalmente, se abate con fuerza en el sector y casi todo el año.
A un costado, se yergue una casa de techo rojo, de paredes blancas, que en verdad son dos, que tiene como residentes a dos funcionarios del Departamento de Faros de la Armada de Chile, a quienes acompañan sus familias, dado que desempeñarse allí les otorga la condición de “aislados”.
La luz del faro puede apreciarse desde una distancia de 21 millas náuticas, es decir, a poco más de cuarenta kilómetros e indica que la boca oriental del Estrecho de Magallanes “está ahí”.
El Faro Dungeness está considerado dentro de los tres más antiguos, pero es el más potente, ya que el de Punta Caldera (1868) tiene un alcance luminoso de sólo 15 millas náuticas; el de la isla Mocha (1896) posee un alcance de 27 kilómetros (unas 12 a 14 millas náuticas), es decir, poco más de la mitad de los del Faro Dungeness que data, como ya se escribió, desde 1899.
Hace un tiempo, los cabos fareros Claudio Araya y Mauricio San Martín dieron a conocer parte de sus vivencias como “aislados, pero con señora y familia” y señalaron que eran abastecidos desde Punta Arenas; que el primero llevaba sólo más de un mes en tan importante destino, mientras que su colega lo hacía ya desde hacía cuatro años.
El frío, con intensas nevadas, los obliga, en numerosas ocasiones a permanecer en la residencia, bien equipada, especialmente en lo referido a la calefacción, pero no evita el sacrificio de un trabajo exigente, de alta responsabilidad y de vital importancia para la navegación por las aguas de la boca oriental del Estrecho de Magallanes.
Este faro, tan conocido, fotografiado y apreciado en Magallanes, es parte de la “dotación” de 1.143 señales de ayuda la navegación, de las cuales 960 son faros y balizas, vitales en los más de cuatro mil kilómetros de litoral que posee nuestro país, desde el límite con Perú hasta el continente antártico, con una serie de accidentes topográficos como islas, pasos estrechos y rocas y los cuales deben ser mantenido en buenas condiciones, dada la importancia que tienen para la navegación y la salvaguardia de la vida humana en el mar.
Las costas australes, por sus canales, pasos, cabos y otros accidentes topográficos del litoral y por sus especiales características, poseen el 48 por ciento del total de ayudas para la navegación de todo Chile, lo que garantiza una navegación segura.
Entonces, cómo no recordar al Presidente José Joaquín Prieto, quien autorizó el 9 de noviembre de 1837, el primer faro chileno, construido en Valparaíso, primer paso para que, andando el tiempo, “los guardianes de la luz”, como se llama, afectuosamente, a los fareros chilenos, llegaran a ser lo que hoy en día son.