Son numerosas las personas que desembolsan importantes cantidades de dinero para pintar y hermosear sus viviendas, y hacer un aporte positivo al paisaje urbano de Punta Arenas.
Sin embargo, otro grupo de residentes en la ciudad se da tiempo y mañana para dar rienda suelta a singulares sentimientos que califican artísticos y así, con tubos de spray en mano, salen a las calles y avenidas, y se desahogan de la peor manera.
¿Cómo?
Estos vándalos, cuyas acciones tienen características delictuales, dañan los muros de viviendas recién pintadas. “Los maestros terminaron su trabajo el viernes por la tarde, y el sábado por la mañana ya habían pintado mamarrachos en los muros de nuestra casa, aquí en el Barrio Sur”, indicó M.S.B, de 67 años, furibundo, pero pidiendo reserva de su identidad por temor a represalias.
Y el daño no fue menor: el metro cuadrado cuesta unos diez mil pesos, por concepto de mano de obra del pintor, más el material (rodillos, brochas y pintura, obviamente).
Total, de acuerdo a la superficie pintada: 400 mil pesos.
No es el único caso, porque las huellas de los “artistas rebeldes” o los representantes del “arte joven” o “arte popular”, pueden apreciarse en muros de edificios públicos, en monumentos, en escuelas, en colegios, en muros de residencias privadas y hasta en los malolientes refugios para peatones que se levantan en veintidós puntos de la ciudad.
“Verdaderos mamarrachos, sin pies ni cabeza, No los entienden, sino quiénes los hacen”, han señalado numerosas personas que han tratado de buscar un significado a estas manifestaciones, pero sin encontrarlas.
Y no es sólo en el centro de la ciudad: los rayados están en todas partes, buscando incluso desplazar en algunos lugares, las demarcaciones de lo que va quedando de “pandillas juveniles” de las décadas pasadas, pero aún vigentes, o las que establecen límites en el dominio de un determinado barrio para alguna “barra brava”.
Presentar una denuncia por daños ante el Ministerio Público implica ser derivado a uno de los Juzgados de Policía Local, contratar un abogado y esperar los dudosos resultados de una investigación destinada a no llegar a ninguna parte.
Y si los “pintores” llegaran a ser sorprendidos “in fraganti”, como se decía antes, o “en flagrancia”, como se dice ahora, los autores de esos rayados serán llevados a un recinto policial; se comprobarán sus domicilios e identidades y, si son inimputables, serán entregados a sus padres o, sin lo son, quedaran citados a concurrir al tribunal pertinente, el cual, o los deja en libertad o les fija una multa y la cosa llegó hasta ahí, al menos que el afectado decida iniciar acciones legales.
Y es aquí donde la señora Carmen C. B., de 48 años, iracunda porque su negocio fue rayado a diestra y siniestra, plantea algunas preguntas que transcribimos, textualmente:
“¿Por qué los “abnegados” parlamentarios no presentan modificaciones a las leyes vigentes y las hacen más duras para los que cometen faltas y delitos, y hacen esas normas más accesibles a las víctimas?”
“¿O tendremos que hacer justicia con nuestras propias manos, ah?”, dice con molestia la señora Carmen.