Es parte de una cuadra que parece haber quedado suspendida en el tiempo por la presencia de algunos edificios que dan cuenta de una herencia urbanística que va acercándose casi a un siglo.
La mirada hacia el pasado es mejor darla sólo en dirección al costado norte de la cuadra de calle Mejicana, que va desde calle Jorge Montt hasta Quillota o, si se prefiere, desde Quillota hacia Jorge Montt.
De playa a cerro, un caserón remodelado y pintado de colores hermosos, sobrios y agradables, fue, hasta un tiempo, un prestigioso hostal, que dejó una experiencia valiosa, pero que no fue rentable para sus propietarios.
Su dueño actual, Daniel Elsberg, comparte las seis habitaciones con su esposa, Lorena Castex y la pequeña Nizina y se les ve muy felices.
La casa remodelada data de fines del siglo diecinueve, “porque encontramos pegados en las murallas interiores, papeles de diario del año 1898”, contó Daniel, aunque sabe que la casa, después, fue adquirida por una familia de ascendencia chilota, por los años 1950 y algo, y ellos la adquirieron hace menos de diez años.
A unos veinte metros de distancia, siempre hacia el cerro, por la misma vereda, se aprecia una construcción de ladrillos magallánicos, de dos pisos, con portón metálico “de aquellos años”, que sobrevive del edificio original, consumido, hace décadas, por un incendio que lo destruyó en forma parcial y al que llaman “El Castillo”, aunque fue un taller mecánico.
Sino trágico: en ese segundo piso falleció “El Corneta de los Bomberos”, de apellido Mayorga y el impacto afectivo fue de tal magnitud que su hijo simplemente se marchó de allí, contaron algunos vecinos, añadiendo que “parece que el fallecido era voluntario de la Primera Compañía de Bomberos”.
Los apellidos Levet, Castreje y otros, parecen flotar sobre esa cuadra del Barrio Croata, “donde la Vida es Grata”, según proclaman algunos avisos con el escudo de Croacia, la tierra desde la cual llegaron a Magallanes los abuelos de muchos residentes hoy en Punta Arenas, Puerto Natales, Porvenir y en más de una comuna rural, y que adornan las ventanas de varias (casi todas) las residencias del tradicional barrio de Punta Arenas.
Cada cuadra de ese barrio tiene la historia de sus residentes y la de las viviendas que se han levantado a orillas del Río de Las Minas, pese a sus desbordes y aluviones del ayer lejano o cercano. Y casi cerca del mar y no en vano, las oficinas del Consulado de Croacia se ubican en Quillota al llegar a Mejicana.
Pero la vereda norte de calle Mejicana, entre Quillota y Jorge Montt, parece ser un resumen fiel del barrio, aunque muchos dirán que no es tan así, que hay otras con más historias y tradiciones, pero sin ese remodelado caserón verde petróleo o esos ladrillos magallánicos con más de un siglo de vida.
Y además, en esa cuadra se funde el pasado, el presente cercano y un futuro que casi puede tocarse hoy, tal como lo es Punta Arenas, capital de la Patagonia, Perla del Estrecho o Puerta de ingreso al continente antártico.
Siempre es bueno caminar por las calles de nuestra ciudad, por el Barrio Croata o por donde se quiera, pese a la escarcha, a la nieve, a la lluvia, al frío, al viento, porque, como se afirma en los versos de una composición musical, “todo lo que tengo es mi ciudad”.