¿Qué es un establo o un pesebre?
Al decir de Giovanni Papini, famoso escritor italiano, un ateo converso por la fuerza divina de la fe, “un establo, un establo real, es la casa de los animales, la prisión de los animales que trabajan para el hombre. En antiguo, el pobre establo de los países antiguos, de los países pobres, del país de Jesús, no es el pórtico con pilastras y capiteles, ni la científica caballeriza de los ricos de hoy día o la cabaña elegante de las vísperas de Navidad”.
“El establo no es más que cuatro paredes rústicas, un empedrado sucio, un techo de vigas y lanchas. El verdadero establo es oscuro, descuidado, maloliente: no hay limpio en él más que la pesebrera, donde el amo prepara el heno y los piensos”.
En ese lugar nació Jesús, el redentor de la humanidad sumida en el pecado original, graficada por Adán y Eva, después de haber sido expulsada del Jardín del Edén, por haber desobedecido a Dios y caído en la tentación tendida por Satanás.
Hoy en día, los imagineros han ideado en los tiempos modernos: el pesebre limpio y amable; gracioso, de color, con la pesebrera linda y bien dispuesta, el borrico estático y el buey, casi compungido, más los ángeles sobre el techo, y los muñequitos de los reyes con sus mantos, y los pastores con sus capuchas de rodillas a los dos lados del zaguán.
Este establo no es el de Belén.
Pero, la humanidad ha dado un giro y en los templos católicos, en las grandes tiendas y en muchos hogares se ha optado por este pesebre, donde la paja no tiene olor, donde hay luces multicolores, donde Cristo no nació por casualidad.
El mundo ha variado, gracias al progreso y a los avances económicos de muchas partes del planeta.
Y es así como podemos apreciar el rostro amable y pulcro de un establo, donde la pintura y las luces nos alejan del establo original.
Pero es el mundo el que busca mostrar ese rostro amable y no es malo.
En estos pesebres hay creatividad, un deseo de halagar a los que van a admirarlos, a disfrutar con el recuerdo de la niñez, cuando todo era diferente.
En todo caso, hay que agradecer a quienes han confeccionado esos establos, esos pesebres, que conserven la tradición.
Pero no hay que olvidar que la Navidad recuerda el nacimiento del Niño – Dios, como dijo el Obispo Bastres y los pastores evangélicos: lo importante no son los regalos, las cenas opíparas o el Viejito Pascuero.
Lo trascendente, lo importante es que Dios Padre envió a único hijo a derramar su sangre por nosotros para que quién en Él crea, se salve y disfrute de la vida eterna.
Y ese pesebre, ese establo de hoy, sigue conservando aquello de “Gloria a Dios en las alturas y Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad cuando hasta los animales domésticos parecen querer volver a su estado natural y recuperar el salvajismo de otrora.
¿O acaso las guerras, los desencuentros, y otras pestes de la sociedad actual no siguen siendo conductas cotidianas de miles de seres humanos?
Hacen falta muchos otros estables y pesebres para recordar con más fuerza dónde nació Jesús y que, con su ayuda, logremos ser hombres de buena voluntad.