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Columna de Opinión Viernes 23 de agosto de 2019

¿Cuándo progresa realmente el ser humano?

opinion
23/08/2019 a las 10:41
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Carlos Ríos Cardoza, Delegado Jurisdiccional del Gran Maestro de la Gran Logia de Chile

Hay una enorme variedad de creaciones identificables a través de toda la historia de la humanidad, con las cuales el Homo sapiens sapiens, ha tratado de protegerse a sí mismo, al tiempo que ha generado las opciones y bases para fomentar el denominado progreso humano. Ellas van desde diversos inventos religiosos hasta invenciones política de la más variada gama, pasando por las invenciones tecnológicas asociadas comúnmente con la calidad de vida. Dos aspectos cruciales han estado en el foco del pretendido progreso. Por un lado, el progreso hacia la salvación corpórea-espiritual y supuestamente trascendente mediante una divinización poli o monoteísta y, por otro, el progreso hacia el bienestar permanente en términos económicos y en figuración social. Incluso dentro de estas opciones, se ha insertado el desarrollo de una serie de valores considerados éticos y morales, pretendidos como factores que emanan de alguna de las alternativas por las cuales los seres humanos y sus correspondientes sociedades podemos haber optado, ya sea por voluntad divina o bien por voluntad popular. Los modelos de convivencia que han resultado de la incesante búsqueda del progreso y de la consecuente mejora en calidad de vida, son de variada índole y dependiendo del momento y de las circunstancias, las sociedades han pagado altos costos tanto para el individuo como para la colectividad. Pareciera ser que lo único cierto es que el modo de búsqueda de progreso y calidad no parece tener modificaciones de fondo, acentuándose o el fanatismo intolerante o el excesivo materialismo no sustentable en el accionar de una manipulada condición humana, que transita por los límites de la superficialidad. A pesar de que somos seres biológicos que luchamos contra la naturaleza propia y la que nos rodea, la Gran Maestría de la Gran Logia de Chile sostiene que una característica propiamente humana reside en la capacidad de aprender de nuestras experiencias, y conceptualizar y categorizar nuestras experiencias, con aciertos y errores. Esto es lo que nos permite superarnos personal y colectivamente, y nos da posibilidades de preservar la condición humana lejos de descontentos, insatisfacciones, ilusiones e ignorancias que está produciéndose justamente por la imperiosa necesidad de más progreso, sin que ello implique necesariamente mejor calidad de vida. La vitalidad solo materialista y no sustentable conduce a dejar de lado cuestiones imprescindibles desde un punto de vista ético y moral y abre las puertas a una codicia desmesurada y a un afán competitivo sin excusas. No hay tiempo y podemos suponer también que no hay deseos, para poner delante de nuestros ojos la obligación de enfrentarnos a la realidad para entenderla como realmente es, a fin de lograr una capacidad de diálogo fraterna y tolerante, conducente a la superación progresiva de las condiciones, claramente indeseables, que se producen en lo cotidiano del quehacer de la humanidad. Sin esta vuelta al desarrollo de la capacidad reflexiva del ser se distancia la real condición humana y se corre el riesgo de perder nuestra libertad plena. Un progreso humano real y de significado no solo para el hombre y la mujer actuales, sino que para las siguientes generaciones podría ser una cuestión de Libertad y de Conciencia.

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