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20 de agosto negro

opinion
25/08/2019 a las 19:00
preprensa Diseno
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Columna de opinión de Hermes Hein, abogado

Una vergüenza que por primera vez los estudiantes de Punta Arenas, no hayan desfilado en homenaje al Libertador Bernardo OHiggins. No es excusa el mal estado de las calles, porque oportunamente la primera autoridad educacional de la región pudo buscar otros espacios adecuados con la debida antelación. La Secretaria Regional Ministerial es responsable de esta inexcusable omisión, pues representa un Gobierno, del cual se espera el respeto por las tradiciones republicanas, salvo que se trata de un profesional de la educación que no reconoce en OHiggins, al primer gran reformador de la educación pública.

Sin grandes debates y discusiones bizantinas sobre la calidad de la educación o la equidad de género, Bernardo O’Higgins, acabó con tres siglos de enseñanza primaria pasiva, desnivelada y atrasada, al introducir en la educación el método experimentado en Inglaterra por José Lancaster. Esta fue una verdadera revolución a nivel del aula que insertó el país en la modernidad y por la senda del progreso social que permitió una verdadera educación masiva, popular y progresiva. Es cosa de ver al lado, y que se hizo en esos primeros años de independencia por donde atravesó Bolívar u otros libertadores que permanecieron aferrados al pasado colonial.

O’Higgins, no se equivocó, miró a Inglaterra, a la práctica de la educación activa, que la hace más democrática, en la medida que le da importancia a la construcción colegiada del conocimiento, con fuerte participación de los alumnos. Todo, sin descuidar su preocupación por la educación de excelencia, donde se consideraba de modo especial el mérito académico y los talentos individuales para lo cual potenció y reabrió el Instituto Nacional.

La reforma de O’Higgins, por primera vez abrió la educación a la mujer y los adultos que concurrían a escuelas abiertas. Existen razones de sobra para sostener que el 20 de agosto, día del natalicio de O’Higgins, debe ser motivo de celebración para la educación pública, y ésta no puede quedar supeditada al hecho que las calles estén en reparaciones. En estricto rigor, en tiempos en que se reivindica una educación gratuita, inclusiva y de calidad, resulta impresentable contribuir al olvido de este gran reformador social, salvo que se privilegie algún programa de la farándula criolla donde se confunden héroes y villanos.

No obstante, y a pesar de sus indudables condiciones y méritos como estadista O’Higgins, fue además un hombre que valoró la disciplina como valor en la formación de su propia personalidad, de allí su interés por el estudio, por estar al día en los principales acontecimientos mundiales, en el arte y la cultura, y por ser un conocedor de la historia y la geografía, quizá demasiado ilustrado para lidiar en la política de su tiempo y estar a salvo de las intrigas de que fue víctima.

No es de extrañar que su visión de la educación haya sido adelantada para su tiempo, un visionario que aspiró a que el país fuera capaz de formar su propia elite de hombres de Estado y de profesionales en las distintas áreas del saber.

Su genio político le permitió distinguir y la vez conjugar excelencia y democracia, selección y bien común, formación individual y compromiso con la patria. Lamentable que estemos en un mes de agosto negro, en que se debate sobre la existencia misma del Instituto Nacional, se favorezca el ranking por el origen y no se haga el esfuerzo para que los jóvenes accedan a mejores niveles de desempeño y puedan conseguir sus propios logros académicos, incrementando su propio capital social. Es cierto que la educación es un derecho y un bien a la vez, pero entre el humo y la trifulca no se distinguen. 

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