Hace dos meses se iniciaba la evasión del metro de Santiago como antesala del llamado “estallido social”, el cual puso en relieve demandas sociales muy sentidas por la población en salud, educación y pensiones, así como también dio origen a una escalada de violencia inusitada que ha sumergido al país en la incertidumbre y colocado en jaque la gobernabilidad. Fueron miles de personas que inicialmente saltaron los torniquetes en señal de protesta ante el alza del precio del transporte capitalino. En esos días el diputado Gabriel Boric sostenía “no condenar las evasiones del metro, porque gracias a lo que hicieron los estudiantes, hoy en día estamos discutiendo este tema”. Del salto de los torniquetes, se pasó a la destrucción de las estaciones del metro, a la destrucción de infraestructura pública y privada en todo el país, y la muerte de al menos 23 personas. Mientras el país caía en el descontrol, saqueos y destrucción provocado por anarcos, lumpen, izquierdistas del Frente Amplio y comunistas, en concomitancia de narcos y delincuentes comunes, miles de chilenos veían que sus fuentes de sustento y esfuerzo de toda una vida se reducían a cenizas. El terror se apoderó de los ciudadanos honestos, que solicitaban y aplaudían la protección de los barrios por parte de fuerzas del orden y seguridad. Sin embargo, durante el Estado de Emergencia, el diputado realizó una puesta en escena en Plaza Baquedano junto al vocalista de Lucybell, increpando a militares y exigiendo su retiro de las calles. Esta semana, en otro bochornoso hecho, el diputado Boric fue pillado ingresando de manera irregular a un grupo de mujeres feministas o “hembras humanas”, como se auto proclaman, al Congreso, pasándolas por debajo de los torniquetes de acceso y sin registrarse, es decir, saltándose los protocolos de invitación del Congreso. Sin ser esto suficiente, y con la barra brava ya dentro del hemiciclo, Gabriel Boric amenazó con poner su cargo a disposición si no aprobaban lo que él deseaba, cual bebé que exige un chupete a costa de pataletas. Cuando Boric se arrastra por debajo de los torniquetes, el mensaje que le está enviando a su tribu es: “¡Síganlo haciendo, así se consiguen cosas!”. Si extremamos el “argumento”, se llega a una formulación paradójica del tipo: la violencia es el único camino. Naturalmente, la justificación de esa violencia como una respuesta a “las injusticias” hace tabla rasa con milenios de progreso en la construcción y resguardo de los DD.HH., pero esa pequeña contradicción no importa cuando tú eres un guerrero de la luz poseído por la verdad universal. Los chilenos honestos y trabajadores, los emprendedores, los comerciantes, los padres de familia que saben que solo con esfuerzo, dedicación y cariño se saca adelante a sus hijos, están agotados de la mala política, están exhaustos de políticos que son un mal ejemplo para la sociedad y sus hijos. Hoy son miles las personas al día que pierden sus puestos de trabajo, afectando notablemente su calidad de vida y truncando sus sueños de un Chile mejor. Son los magallánicos que ya sienten la presión del torniquete en el cuello que asfixia sus posibilidades de una mejor salud, educación, pensiones y seguridad para todos. Dostoievski dice a través de uno de los hermanos Karamazov: “Si Dios no existe, todo está permitido”; Boric, por su parte, sostiene: “Si estoy en lo correcto, nada me está vedado”. La pregunta obvia es: “¿Qué es lo correcto?”.