Durante los últimos días hemos escuchado en forma insistente a través de los medios de comunicación, las palabras “ensayo y error”, que al parecer de muchos es el flanco débil que enfrentan las autoridades gubernamentales, como parte de un atropellado ánimo anticipado de volver a la mal llamada nueva normalidad, aunque sea a punta pies y tropezones, no importando el crecimiento en la tasa de las personas contagiadas.
La recurrente expresión, ensayo y error, también conocida como prueba y error, es un método heurístico (en forma muy concisa: disciplina, el arte o la ciencia del descubrimiento) para obtener conocimiento, de índole proposicional como procedimental. En resumen consiste en probar una alternativa y verificar si funciona. Si es así, se tiene una cierta solución, en caso contrario —un resultado erróneo— y se intenta una alternativa diferente. Pareciera ser que este es el camino que han elegido nuestras autoridades, más preocupadas ansiosamente de mostrar exiguos logros en los momentos difíciles que vivimos, en lugar de la contribución global al bienestar común.
Anunciar la apertura de centros comerciales que luego forzosamente deben cerrarse, enviar mensajes apresurados de vuelta a la normalidad y luego lamentarse que se desplacen en un fin de semana largo más personas que en el feriado anterior. Promover el regreso acelerado a la vida segura y después constatar que los contagiados suben a cifras de 1.400 personasen un día, nos dejan al menos justificadas dudas.
La improvisación a trastabillones y los mensajes erráticos pueden dejar secuelas graves que deben ser evitadas, más cuando estamos frente a un conocimiento mínimo sobre el virus que nos invade, para esto no necesitamos tanta prueba y error, sino que mirar la realidad dramática que afecta a la humanidad en países que nos llevan varias semanas por delante.
Las autoridades deberían promover una propuesta seriamente heurística, a objeto de fomentar la capacidad de los ciudadanos de cambiar sus conductas, con el fin de contribuir en parte a enfrentar la situación actual. De que esto es difícil, si es muy difícil, tanto así que cuando se le preguntó al profesor del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), Marvin Minsky, cómo definiría a “los heurísticos”, expreso “dígame una definición de vida”, dejando claro lo complicado que era definir uno y otro concepto. Pero no por esto hay que dejar de intentar y perseverar, teniendo eso sí, un propósito y objetivo valórico que vaya más allá de la simple preocupación por lo meramente económico.
El psicólogo social y académico de la Universidad Wesleyan (Connecticut), ScottPlous, expresó hace algún tiempo, “que las personas que han de tomar decisiones o emitir juicios, deberían centrarse también en otros aspectos, debido a que en los juicios de contingencia lo que no tiene lugar es tan importante como lo que si ocurre”. Convendría entonces que siempre nos preguntemos, si las decisiones que a veces ansiosamente se toman, descansan básicamente en observaciones reales o en simples expectativas.
En un plano paralelo vemos que cuando los valores de la humildad no priman, el establishment político cierra los ojos y somos testigos, de cómo megaempresas del retail se acogen a la Ley de Protección del Empleo (especialmente enfocada en las pymes), que no reguló la repartición de utilidades, ni el pago de millonarios honorarios a sus directores, pero si les permite dejar de pagar el sueldo a sus trabajadores, dándose el lujo de repartir entre sus accionistas 220 millones de dólares, donde desde luego no aplica el “ensayo y error”, sino que el apetito desmedido de la codicia, muy lejano a la esperanza, que de esta pandemia emergería una sociedad nueva, mejor y más moral. Pareciera ser que en nuestra realidad, seguiremos siendo igual de mediocres y egoístas.