El mandato presidencial de Sebastián Piñera entró en su segundo tiempo. Le quedan 20 meses. Poco más de un año y medio que representa una interrogante para muchos compatriotas dadas las circunstancias en que estamos viviendo. Los últimos ocho meses han sido muy difíciles para el país. Vemos con mucha preocupación cómo el Chile que todos anhelamos se fue cayendo, con muchas imposiciones premunidas de la mano de la violencia. Ante ello, el Mandatario ha cedido de forma muy peligrosa porque se alejó completamente de su programa de Gobierno. Ese país que creíamos iba en un ascenso constante se ve enfrentado a una pobreza que se refleja en las calles producto de los acontecimientos que nos han afectado mucho. Los reclamos por lo que ocurre se mantendrán porque este mandato ha carecido de un liderazgo sólido, incluso con partidos oficialistas que más parecen convencidos de pactar, de ceder y carentes de respetar sus propias posturas, sus propias ideas. Además, con una oposición muy poco contribuyente. Muy poco solidaria y empeñada solo en destruir que en construir. Eso ha terminado por deteriorar demasiado nuestra economía. La mayoría del país no lo está pasando bien. Hemos visto en primera fila cómo se han perdido todos los respetos, especialmente por instituciones señeras en nuestro país como las Fuerzas Armadas. Porque estamos en una nación carente de orden y seguridad. Hace pocos días los mismos vecinos de Magallanes reclamaban por la impunidad a la que nos vemos enfrentados, con una alta cantidad de casos sin resolver: asesinatos, desaparición de personas y otros tantos ilícitos que acá quedan impunes. También en las últimas décadas pareciera que se premia la corrupción y los delitos de cuello y corbata. Vemos como incluso muchos parlamentarios han pasado por el sillón de los acusados y finalmente los casos no quedan en nada. No hay jerarquías morales y jurídicas. Todo pasa por el desgobierno total y sin un liderazgo que guíe los pasos de un país a la deriva.