Hemos
señalado que, al menos en un sentido idealista, la República viene a
ser una forma de organización del Estado, que implica la participación
política activa de la ciudadanía, la división de poderes, la concreción
de la justicia y la búsqueda del bien común. El ejercicio del gobierno
recae sobre una o varias personas, elegidas mediante voto popular o
parlamentario, por periodos de tiempo limitados, para representar los
intereses de los y las ciudadanos y ciudadanas, y para generar un
equilibrio que asegure plenamente la libertad, la justicia y la
igualdad. En este marco, muchas veces objetado hasta por la fuerza, la
profundización de la democracia republicana requiere una organización
social basada en la conciencia de lo personal y de lo público y que debe
desenvolverse en un espacio social en el cual todos tengamos de manera
transparente, un lugar y un tiempo para contribuir con nuestros deberes y
con nuestros derechos. Pare avanzar efectivamente en ello, pensamos que
se requiere, más que nunca, de una bien fundada elección de valores y
de un compromiso adquirido con plena conciencia de las contradicciones
de la sociedad, desde luego incompatibles con una mera indiferencia
mixtificadora que lo reduce todo a cantidad y desdeña la elección y el
compromiso. En resumen, se hace indispensable abrirnos con la máxima
inclusión posible, a la posibilidad de participar en el ámbito de la
sociedad plena, con una conciencia individual activa basada en solidas
prácticas de entendimiento y de formas éticas que hablan de diálogo,
caridad, solidaridad, prudencia y rectitud. Vale decir, en la
instalación en todas nuestras instancias de diálogo y de toma de
decisiones, desde lo familiar a lo gubernamental, del principio básico
de la Tolerancia, como factor clave y facilitador de una existencia
libre y no reprimida a la cual todos y todas aspiramos legítimamente.
Con tolerancia, se apela no solo a los derechos individuales, sino que
también a los deberes para con los otros, cuidando en todo lo posible
que el interés personal no sobrepase el interés general. En estos días
convulsionados social y sanitariamente, donde las pasiones y los
intereses de pocos alteran la convivencia, donde todas las
argumentaciones reclaman legitimidad y supremacía sobre las posiciones
diferentes y aparecen las sórdidas señales de la intolerancia, parece
sensato entender que, si la búsqueda social y política es el bien común,
la prudencia, la responsabilidad y el respeto son consustanciales a
ello. Ya en marzo de 2020, la Gran Logia de Chile expresaba públicamente
que “Estamos conscientes de que en nuestro país existen diferentes
miradas sobre los problemas sociales y sobre sus soluciones, y es
natural y bueno que así sea. Los masones nos nutrimos de la diversidad,
pero es indispensable que sobre estas diferencias se efectúe un
ejercicio de tolerancia y de respeto, para entender, para abrir la mente
y el espíritu, para que en conjunto se logre la anhelada síntesis de un
gran acuerdo, que guíe a nuestra patria hacia superiores destinos”. La
situación de hoy, con su explosión justificada de demandas, no hacen
sino que reforzar ese fundado llamado Republicano.