Tragedia Uno
Primero fue jugador de la Universidad Católica.
Después, director técnico del mismo plantel, con mucho éxito.
Es Alberto Buccicardi, responsable del equipo campeón de 1949.
Al arco estaba Sergio Livingstone, para muchos el mejor de todas las épocas.
Integraba el elenco José Manuel Moreno, uno de los más grandes del mundo.
Pero era muy irresponsable y borracho.
Antiguos cronistas contaban que muchas veces tenían que ducharlo antes de un partido para que pudiera entrar a la cancha y mostrar su excelencia.
Más tarde Buccicardi se transformó en comentarista deportivo, con su prosa de acero.
Sus seudónimos eran Brabante y Albudi.
Sus columnas eran muy polémicas y tuvo encuentros ásperos, incluso con la UC.
En su etapa inicial escribió en “El Diario Ilustrado” y pronto en “La Segunda”, con Carlos Barahona.
Redactaba artículos con vehemencia y un estilo filoso.
Una tarde escribía con mucho vigor y repentinamente falló su corazón y cayó para siempre sobre las teclas de la máquina.
Tragedia Dos
Luis Alberto Gasc Opazo firmaba sus columnas como Lago.
Era subjefe de Deportes, sección que encabezaba Julio Martínez.
Yo almorzaba todos los días con Gasc y el viernes me pidió prestado un vale del casino.
Le solicitó a Jota Eme que lo liberara de ir al estadio para comentar partidos de fútbol porque quería variar un poco su actividad.
Que lo mandara a Las Vizcachas para salir de la monotonía. Su jefe aceptó.
Fue la peor decisión.
El auto de carrera de Eduardo Kovac se salió de la pista y mató a siete personas.
Entre ellas a Lucho Gasc, quien había concurrido por azar.
Fue una de las víctimas más lamentables.
Significó el debut de la entonces muy joven reportera María Cristina Jurado, quien escribió una dramática crónica.
Por cierto “Las Ultimas Noticias” no contó con un redactor propio por la muerte de Gasc.
Al día siguiente, el cortejo paró frente al edificio de la empresa “El Mercurio”.
Yo leí un discurso que hizo llorar, bajo la lluvia.
Julio Martínez redactó una columna con el corazón y pleno de emociones.
La ceremonia fúnebre fue acompañada por una multitud que se estremeció al saber que todo fue una dolorosa casualidad.
Sus compañeros dejaron flores en la máquina de Gasc.