No me canso de repetir la bondad que en sí misma tiene la política. Todos, cual más cual menos, ponemos en práctica esta actividad de gobernarse a sí mismo (autocontrol), de gobernar a los demás (familia, casa, colegios, clubes, gobiernos), es decir, ponemos en juego algunos objetivos que nos conduzcan al logro de aspectos provechosos para uno mismo o para los otros. Pero, la política tiene, desde sus orígenes, un componente ético por el cual trabajamos y realizamos acciones que supuestamente sean un beneficio para el grupo, para la “polis” (ciudad) y no solo para unos pocos. Este sentido original del concepto involucraba, entre otras cosas, técnica, es decir habilidad y destreza para el ejercicio de la política y, quizás el más importante, la virtud, esta rara y poco aplicada palabra que sugiere hacer el bien… Pero, ya sabemos, vivimos y estamos viviendo una manera de hacer política absolutamente alejada de estos principios: no existe técnica (la mayoría de las veces nos gobiernan los peores) y ni hablar de virtud ya que eso de hacer el bien o perseguirlo como fin último para el provecho de toda tu “polis” hace rato se fue a las pailas… Mañosa y deliberadamente la mayoría de los políticos solo piensan y accionan en favor de sus intereses y los de su colectividad, el bien común, el provecho social, el bienestar de todos los componentes de sus “ciudades” es cosa del pasado, cuestión de viejos, algo añejo y que no calza en los tiempos actuales en donde se borra con el codo lo que se escribe con la mano… Se acabó mayoritariamente la decencia, los valores se tranzan como monedas de cambio, como cuencas de cristal que asombraban a los antiguos nativos que, embobados por el cristal novedoso, entregaban sus joyas y su oro por el cual no sentían apego alguno, es decir, cayeron deslumbrados ante el embrujo del cristal… Lo mismo ocurrió hace tiempo ya en nuestro escenario nacional: se acostumbraron a cambiar el vidrio por el oro, aprendieron tácticas de encantamiento y se hicieron expertos en domar con su música a la serpiente. El engaño, la mentira y los acomodos personales o partidistas arrasan con los valores y principios, hace tiempo se perdió la decencia y en la carrera por hacerse del poder son capaces de bailar en ronda los que antaño se declaraban enemigos y todo para mantener eso de que “el que tiene mantiene”… De tanto en tanto (según la época de elecciones, obvio), salen los discursos encendidos en defensa “del pueblo”: que ahora sí mejoramos esto y aquello, que ahora sí haremos realidad nuestros proyectos y que ahora sí que sí trabajaremos por el bien común… ¿Le suena conocido, cierto? Y resulta que los mismos que levantan estas arengas son los mismos que nos han gobernado por décadas y décadas y como decía la canción “ni chicha ni limoná”… Cansados, entonces, de lo que se promete y no se cumple, somos miles los que ya no creemos en esta política partidista, somos miles los que ya entendimos este “Juego de Tronos” y somos más que miles los que ni siquiera acuden cuando nos llaman a procesos eleccionarios… La política es un bien en sí, pero ojalá los políticos asuman un poco de virtud, dejen de pensar en sí mismos, en sus partidos y trabajen en provecho de los demás. Con más convicción que nunca, “El sueño existe”. Un abrazo para todos.
P.D.: menos para los que viven y se sirven de lo público sin pensar en los demás.