Yo no tengo dudas; al pensar en estudiar periodismo lo hice viendo a mi viejo que se ha desarrollado a lo largo de toda su vida frente a un micrófono, con grandes éxitos en Chile y también en el mundo. Logró llevar su voz y ser compañía de los trabajadores en los rincones más apartados, como los pescadores acá en Magallanes, los mineros de Chuquicamata o los que laboraban en la frontera en Visviri.
Al poco andar en mis estudios me di cuenta también de la importancia de los periodistas para el desarrollo de la democracia, del diálogo, del derecho a la información y cuestionamientos a la autoridad, que finalmente se traduce en generadores de opinión para la ciudadanía. Una responsabilidad que se debe traducir en el cuidado y respeto de los derechos humanos.
Todos los gobernantes, ya sea desde la comuna más pequeña hasta llegar al Presidente de la República, tienen medios y sus líneas editoriales con los que se sienten más a gusto. Prueba de eso es una delirante entrevista que se le hace a Sebastián Piñera en el medio La Tercera (perteneciente al grupo Copesa, donde su amigo Álvaro Saieh es el dueño) durante el verano de 2020. En medio de las álgidas protestas por el estallido social, se ve a un gobernante caminando tranquilamente por el centro de Santiago y el diario destacando su fácil caminar sin ser funado y abucheado por los pópulos.
Claro, a La Tercera se le fue informar también que la calle estaba cerrada solo para realizar esta puesta en escena, dicho sea de paso, preparada y armada por la secretaria de comunicaciones de La Moneda.
Esta semana supimos de un segundo arrebato del Primer Mandatario del país. El primero se traduce en el llamado telefónico a Miami de Magdalena Díaz, asesora directa de Piñera, solicitando al dueño de La Red la salida inmediata de Víctor Gutiérrez, director del medio, por los constantes ataques hacia la figura presidencial. Ahora fue el turno del conocido periodista Julio César Rodríguez y el llamado a terreno a los propietarios de CHV por la “variante Piñera”.
Esto no es casualidad. Una y otra vez el Gobierno ha manifestado su malestar contra la prensa crítica de sus gestiones. Así de claro, quien no adula a Sebastián Piñera y le aplaude hasta sus “Piñericosas”, pasa inmediatamente a ser enemigo. Si no, díganselo al The New York Times y The Washington Post, que, según los ministros Paris y Bellolio, se coludieron para “no decir la verdad” frente al exitismo y errores reiterativos que ha tenido el Gobierno en la pandemia.
Así tal las cosas, al parecer, el nombrado enemigo poderoso e implacable que no respeta a nada ni nadie, no es otro que el que quiere impedir la libertad de prensa, el que no quiere críticas y busca el ocultamiento de información que no le favorece.
Pd: Da para otra columna el espionaje realizado por el Ejército, amparado por el entonces ministro de Defensa Alberto Espina, al periodista Mauricio Weibel y la bomba del “milicogate”.