Cada vez es más inusual defender la verdad, pronunciarla, vociferarla. En contraposición, es más fácil omitir los hechos, hacerse los lesos, mirar para otro lado, hacer como que nada pasa y dejar las cosas como están. Otra cosa, más repugnante, es mentir, engañar, instalar la falacia como verdad. Si usted anda con la verdad por delante, resulta desagradable, antipático, resulta chocante porque la verdad desnuda, te despoja del ropaje del engaño y, como la fábula de la Verdad que queda “en cueros” porque la Mentira le roba el vestido, la verdad queda “en pelotas” y debe ocultarse, escapar de la mirada de los demás porque es impúdica y resulta una ofensa ante la ¿conciencia? del ojo siempre inquisidor y acusatorio de los demás. Entonces, como la rutina del chiste tan bien lograda por el comediante Alís, “lo pensé, pero no lo dije” y así vamos caminando y construyendo una forma de relación con los demás que es francamente nefasta. “¿Para qué te calentai?, ¡no seas tonto grave, mejor quédate callado que vas a salir perjudicado, no seas leso!…”: innumerables frases del habla cotidiana que retratan de cuerpo entero porqué es más fácil callar, omitir, mentir que proclamar la verdad… ¿Resulta dura la verdad?, sí, porque pone en la mesa lo que nadie quiere ver, pero no por su dureza se debe rezagar, ocultar, encubrir, aunque más de alguien puede salir herido, perjudicado. Los hechos son una realidad objetiva, la interpretación de ellos cae en el subjetivismo y de ahí al relativismo no media nada. Muchos hechos hablan por sí mismos y se nos anteponen como bofetada en el rostro y, cuando resultan poco gratos, se tergiversan, se interpretan según la perspectiva moral muy individual y caemos en el juego del disfraz, de las máscaras y verdaderos delincuentes suelen pasar como niños de pecho y muchos inocentes reciben todo el peso de la recriminación. Hemos visto (son hechos, no interpretaciones), que verdaderos delitos pasan absolutamente impunes en nuestro país, hemos sido testigos que la mentira (y obviamente la verdad disfrazada), no recibe sanción e incluso llega a tanto que nuestro sistema judicial se presta para el jueguito del ocultamiento y el que tenga más lucas en el bolsillo se pasea por tribunales como Pedro por su casa y, a lo más, los envían a clases de ética. Ha sido tanto el descaro y desfachatez, que la mentira, el ocultamiento de la verdad inminente, ha logrado a sacar de su cargo a un Fiscal Nacional porque estaba investigando el “financiamiento irregular de la política” (lindo eufemismo para nombrar la corrupción y compras de conciencias) y cuando la “suciedad” salpicaba a todos, fue más fuerte la mentira y, como siempre, cerrando filas, nuestra clase política se blindó a sí misma llegando al límite de presionar a Impuestos Internos para que “no persevere”, pase el tiempo y, como tantas veces, la verdad se fue a la cresta y (tremendo chiste), no siguieron las investigaciones y nadie resultó culpable y la compra y venta de políticos es algo natural, aceptado y defendido por todo el aparataje político nacional. Ni hablar de los medios de comunicación que ya se han hecho unos expertos en ocultar la verdad y otros, sin tapujo ni control alguno, simplemente mienten. Hay cosas que huelen mal, se ven mal, se perciben mal y son malas por esencia: ¿debemos por lazos de amistad, familiares, laborales, políticos o por lo que sea quedarnos callados?, ¿debemos seguir perpetuando lo podrido como perfume de primera línea?, ¿debemos seguir con el juego instalado de hacerse los soberanos pelotudos para quedar bien con todos?... No creo, no me pidan esto, no caiga usted en eso… Nuestro país se está pudriendo por la mentira, por no decir “las cosas por su nombre”, nos estamos convirtiendo en una cloaca porque son mayoría los que defienden la mentira y pocos enarbolan la verdad. En esto, gran parte de la clase política (hay excepciones, obvio), ha caído en la trampa y la verdad está disminuida, en desuso y, por ganarse votos más o menos, es preferible quedarse calladito y no denunciar la verdad que se escapa por cada rincón: la corrupción nos está ganando y, lo más terrible, la estamos normalizando. “Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio” (Serrat). Para todos, como siempre, un abrazo.
P.D.: menos para los que creen que por decir la verdad eres un hijo de mala madre… Así no se construye nada, menos un país…