Desde siempre la Región de Magallanes, y Punta Arenas en particular, ha tenido escasos habitantes y de ello se advierte desde el instante mismo que el Gobierno de Chile tomó posesión de este territorio austral el 21 de septiembre de 1843, en punta Santa Ana. La goleta “Ancud” arribó ese día con 22 tripulantes, incluyendo los matrimonios formados por Cipriano Aros y Venancia Elgueta y el de Valentín Vidal e Ignacia López. Veinticinco años después de aquel acontecimiento de iniciativa del presidente Manuel Bulnes Prieto, pensando en la visión de Bernardo O’Higgins, la ciudad, hoy capital de la Patagonia, en 1868, contaba con 805 habitantes, expandiéndose la colonia penal de la época al trabajo labriego en hijuelas y parcelas en los sectores de Río de los Ciervos, Tres Brazos y Agua Fresca. El río del Carbón, hoy de Las Minas, comenzaba a recibir en su cauce medio a buscadores de oro, mientras otros trabajaban en faenas de construcción de faros, de calles empedradas y del embarcadero. El crecimiento demográfico siempre ha sido muy lento en Magallanes. El censo del año 1907 daba cuenta de que su territorio acogía 17.330 personas, 55.206 en 1952, 131.914 en 1982 , 150.826 en 2002 y 165.593 en 2017. ¿Por qué este lento crecimiento humano en un territorio vasto? Las respuestas pueden ser muchas, pero nos quedamos en general con la falta de visión futura de los gobernantes de nuestro país, de falta de políticas públicas que se prolonguen en el tiempo y que tengan un real incentivo para inversores, emprendedores pequeños y medianos y para su propia gente que la habita.