Estamos en medio de una grave crisis. Quizás la peor de la que tengamos recuerdo. Nunca antes Chile había estado tan agobiado como hoy. Estamos enfrentado la mayor inflación en décadas. El costo de la vida hoy es altísimo y no ha habido respuestas concretas del Gobierno. La pandemia nos tocó muy fuerte. Hemos perdido miles de vidas de amigos, familiares y muchos conocidos, y nuestra economía cayó a su peor nivel. Chile hoy enfrenta graves problemas. Y desde hace rato se venían anunciando. Tenemos que salir adelante, pero para ello necesitamos la colaboración de todos. Desde afuera, incluso nuestros vecinos, nos miran con preocupación porque ven que estamos con un fuerte deterioro del crecimiento económico y una crisis institucional. Nos acostumbramos a crecer y con cifras muy azules. Quizás nos creímos de verdad el cuento de ser un ejemplo como país en Latinoamérica. Hoy nos genera alarma saber qué Chile les vamos a entregar a nuestros hijos y a las nuevas generaciones. Si el país se está cayendo, como dicen algunos, es responsabilidad de todos levantarlo y no solo buscar culpables. Chile es de todos y no solo de los que gobiernan; lamentablemente en la última década se ha llenado de odios y egoísmos que no conducen a nada. Incluso llegamos a un estallido social. El país vive una situación compleja -“la crisis está”-, y hay que hacerse cargo. Hay que reconocer los errores cometidos en la conducción y sentarse a enmendarlos; por ejemplo, en políticas económicas mal aplicadas y que solo son compromisos de campaña. Hay algunas medidas que han terminado volviéndose un bumerán en contra de la gente. El encarecimiento de los alimentos es algo que nos afecta transversalmente y del que mes a mes nos percatamos al ver que ya no nos alcanza y que nuestro presupuesto se ha visto reducido drásticamente.