Muchas veces hemos escrito sobre el anunciado proceso de envejecimiento de la población chilena. Y ello se está dando con mucha fuerza desde hace una década en la Región de Magallanes y Antártica Chilena. Los índices de esperanza de vida en Chile son los más altos de América Latina -80,5 años promedio- y precisamente es en la zona más austral del país donde tenemos la más baja tasa de natalidad. El escenario demográfico estará caracterizado por un mismo porcentaje de habitantes menores de 15 años que de mayores de 60 años. De estos últimos, uno de cada cuatro requerirá, en un plazo menor, de algún tipo de asistencia, lo que demanda la implementación de políticas públicas que permitan enfrentar las necesidades y cuidados de una vasta comunidad de personas mayores. Es decir habrá un gasto mayor de recursos para las atenciones que requieren nuestros adultos mayores. Distintos programas desarrollados a nivel estatal intentan ayudar a quienes cuidan de personas ancianas, pero, como reiteradamente lo han denunciado encargados de fundaciones especializadas sin fines de lucro, como el Hogar de Cristo o la Fundación Las Rosas, la situación es crítica. Estos cambios demográficos requieren enfrentar con decisión y creatividad la compleja realidad del envejecimiento poblacional con políticas que incentiven la multiplicación de actores en el ámbito del cuidado y del acompañamiento, dotando de un presupuesto suficiente para establecer una efectiva red pública y privada de atención. Magallanes requerirá a la brevedad de mayores recursos y de adecuadas políticas públicas al respecto.