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Columna de opinión

Chile, un país sin educación cívica

opinion
06/11/2022 a las 17:44
Pablo Oyarzo
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Nelson Leiva Lerzundi, Cientista Político

Sin duda nuestro país no sabe lo que quiere, no tiene claridad de su rumbo político ni del quehacer económico. Es curioso que la gente sepa lo que no quiere sin conocer bien lo que desea específicamente. Se aspira a modificaciones políticas, sin saber cómo funciona la misma, pretendiendo armar una nueva institucionalidad sin tener claro con que reemplazar aquellos organismos que no le gustan. Todo indica que disfrutamos de una empobrecida educación cívica, salvo ciertos polos y generaciones que han tenido la oportunidad de recibir instrucción en los colegios, pero la gran mayoría carece de esta.

Porque nos llegó la democracia tras años de dictadura, mas no fuimos educados para conocer la democracia participativa en el que los ciudadanos tienen una mayor participación en la toma de decisiones políticas, la que eventualmente íbamos a necesitar en los años posteriores. Y para colmo, ya en el proceso de transición conveníamos a poner en marcha el motor de la democracia a toda costa, pasando por alto educar. Como resultado hay toda una generación aniquilada que no fue formada cívicamente, y que tampoco sabe cómo ser ciudadanos.

Esta formación es importante porque uno de los grandes requisitos de la democracia es la paciencia. La construcción democrática requiere de una conferencia, de escuchar a los demás, llegar a acuerdos y construir algo en común. La ausencia de paciencia nos ha dirigido a la frustración, a quererlo todo rápido. Sumado a la era digital que nos ha acercado al transhumanismo, donde los medios tecnológicos cambian los modos de comunicación y participación al hacerlos instantáneos, volviendo todo más rápido y directo que de las capacidades humanas normales permiten. Esto potencia la impaciencia, o más bien, la necesidad de lo instantáneo e inmediato de los cambios.

Estos cambios sociales modernos y esas ciertas deficiencias educativas del pasado, nos explican a groso modo por qué se produce el estallido social y el que continúen habiendo protestas y desmanes. Es claro que hay una gran cantidad de chilenos disconformes puesto que por un lado no saben lo que quieren, y por otro esperan que les den respuestas por ellos. Para colmo no tienen las herramientas necesarias para canalizar esa frustración, porque desconocen el lenguaje político. La educación cívica habría sido una muy buena herramienta para hacerles comprender el mundo que los rodea y el lenguaje con el que tienen que interrelacionarse.

En otras palabras, Chile es un retrato de las personas que siempre quieren el 100% rápidamente, sacar la ventaja al clic. No se piensa en el bienestar general, más bien en el individualismo, encerrados en burbujas de comunicación. Obviamente eso transforma en una vida mezquina y parcializada.

Y esta falta de educación cívica se extiende también a los muchos políticos que buscan el interés general asociado al interés social, pero lo hacen de la boca para afuera, porque al final no tienen solidaridad. A esa mayoría que busca los cargos públicos para sí mismo, para aprovecharse del sistema. A esos otros que utilizan a la muchedumbre y a las distintas causas de las cuales se apropian, siendo usualmente partidos políticos del ala izquierda, que hacen de esto su modo operandi. Y esos en otras tendencias estilo populista que hacen lo mismo, denigrando la política y nuestra imagen de ella. Finalmente, esta falta de criterio por los políticos destruye la fe en la organización, en la institución.

Ciertamente es lo que pasa en el mundo de la política, como en el resto de la vida en sociedad. Es que hay muchas personas que están en un grado de determinismo absoluto, algunos quieren cambiar todo, mientras otros prefieren no cambiar nada y aceptan la intolerancia. Aunque no les gusten las cosas reclaman por cambios, y en el proceso finalmente tampoco aportan mucho para que ello suceda. Luego los abusos e intolerancia se mantienen, permaneciendo tanto en la política como en el resto del mundo, replicando este círculo vicioso. Al final llegamos a lo mismo.

A pesar de todo, yo aliento a toda la clase política, a la ciudadanía a activar la tolerancia y los cambios. Por sobre todo, a formarse cívicamente. Las transformaciones son posibles, aunque no para intereses particulares, privados, para el cálculo, sino un cambio global para mejorar nuestra sociedad. Eso es lo que hace falta en el mundo actual, y para eso es necesario prepararse debidamente.

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