Hace pocos días veíamos en pleno centro de Punta Arenas a una familia de turistas extranjeros mirando asombrados los numerosos rayados que hay en diversos sectores de la capital magallánica. Hace un par de semanas, y a pocas horas de haber sido reinaugurada, la Plaza de Armas Benjamín Muñoz Gamero fue rayada y hasta un chofer ingresó a ella con su automóvil. Desde hace un tiempo se vienen produciendo numerosos daños y rayados en diversos lugares de Punta Arenas. También han ocurrido destrozos de paraderos y ataques a la infraestructura pública. Desde hace tres años hasta el bello patrimonio cultural que posee nuestra Región de Magallanes fue vandalizado por la indefensión en que se encuentran los patrimonios arquitectónicos y culturales de la ciudad. Es preocupante que a pesar de que la Ley de Monumentos Nacionales contempla incluso penas de cárcel para quienes dañan estos hitos, en los hechos es una legislación que no disuade, permitiendo que la destrucción ocurra en total impunidad. En otras zonas del país ya están acostumbrados a estos hechos y por ello el país no parece haber tomado consciencia de los alcances que provoca este tipo de vandalismo. Esas malas costumbres ya están instaladas en Magallanes. Hoy hay que solo darse una vuelta por el centro de Punta Arenas y darse cuenta de que proliferan molestos e invasivos grafitis, rayados sin sentido y afiches publicitarios, lo que además de afear el entorno implica millonarios costos para los propietarios y la municipalidad. Nadie lo ve como un “arte urbano”, salvo las afiebradas mentes que incurren en esto.