Realmente es triste y vergonzoso y sería un escándalo en cualquier país medianamente civilizado, que el Estado pague a delincuentes una cantidad de dinero mensual a título de pensiones. De verdad que es inexplicable y una ofensa a la conciencia democrática de cualquier sociedad. Qué pasó en este país que debemos financiarle la vida a delincuentes por obra y gracia de nuestros gobernantes. ¿Acaso a alguien no le da vergüenza? ¿Acaso no piensan que sólo por hacer protestas políticas y destruir bienes públicos, no es justo que un gobierno arregle económicamente sus vidas de por vida? Y para mayor burla, el gobierno rasga vestiduras por la pensiones de los adultos mayores, mientras no tiene problema alguno en darle pensiones a jóvenes cuyo único “mérito” es haber puesto de cabeza al país por política.
Por estos días supimos de un lobby no inscrito por la ley del lobby. Ministros de este gobierno encargados de regular ciertos sectores de la economía, se reúnen en secreto con empresarios cuya actividad debiera ser regulada por esos mismos ministros. Más aún, el propio Presidente de la República les instruye para ello. Entonces repugna a la conciencia de cualquier ciudadano medianamente informado, que políticos que se pasaron años vendiéndonos su asombro y rechazo a cualquier cocina política, ahora participen de una gran cocina político empresarial. Si no supiéramos que desde hace dos años han hecho de las maromas discursivas su forma de entender la política, nos asombraría tal forma de gobernar. No deben normalizarse los cambios de opinión oportunistas y hechos sólo para conseguir y mantener poder. Pienso en los jóvenes que ven en sus gobernantes que cualquier maniobra política vale para conseguir poder. De ese venero pueden aprender lamentablemente las futuras generaciones a hacer política. Por eso es urgente demostrar que la política puede y debe hacerse de otra forma. A lo menos, sin cambiar tan radicalmente de opinión sólo por popularidad, sin explicar las razones de fondo de tales cambios.
Lo que viene para estos dos años obviamente no lo podemos saber. Antes de este gobierno, de las administraciones anteriores se podían proyectar algunas certezas. Sabíamos medianamente por dónde vendrían sus proyectos, sus ideas y su forma de hacer política. Hoy sólo sabemos que no sabemos qué se puede esperar del actual gobierno. De la reforma previsional sólo conocemos que no genera consenso en la clase política y de ello se deriva que no sabemos su destino final. Igual sucede con la reforma tributaria impulsada por la actual administración. La delincuencia ha empeorado dramáticamente y no tiene visos de solución ni siquiera a mediano plazo. Para dónde nos dirigimos como país entonces. Cuál es la ruta que nos propone el actual gobierno. Qué podemos esperar para este año. Todo o casi todo se vuelve incierto. En un mundo que avanza aceleradamente, quedarnos detenido como país es retroceder. Y esta incertidumbre paraliza inversiones, no sólo ya las grandes, sino también las personales y familiares.
De alguna manera el país en silencio se prepara para un cambio de gobierno. Espera el transcurso de los próximos dos años con alguna esperanza de cambio. Ya no de grandes cambios envueltos en promesas de que todo va a cambiar, sino en el retorno de la seguridad, la prosperidad económica y las certezas de un futuro mejor al del presente de vaivenes e incertezas.