En casi 10 días más se realizarán las elecciones primarias de la centro-izquierda. Por diversos canales de información los candidatos entregan sus propuestas, sus ideas o sus deseos, tratando de convencer al electorado para que se identifiquen y voten por una de las opciones ofrecidas. En su afán de diferenciarse y ganar las diversas candidaturas suelen cruzar umbrales de fraternidad y agudizan cuestionamientos trasnochados que, si bien pueden tener asidero, tienen poca relevancia en el escenario actual. Debemos atender nuestros conflictos y diferencias, pero no convertirlos en el centro del debate, con consecuencias divisorias. Juntos tenemos mayor capacidad de gobernar y proyectarnos en el tiempo, para construir la sociedad más democrática y justa a la que aspiramos en conjunto.
Las últimas elecciones dejaron un escenario abierto donde aún es posible ganar si se tiene un buen proyecto de gobierno y candidaturas presidencial y parlamentarias que generen adhesión y liderazgo en la ciudadanía. Sin embargo, la centro-izquierda, y en especialmente la izquierda, está lejos de tener ambas cosas. Sin ser un mal gobierno, la actual administración se alejó sustancialmente de lo prometido y las expectativas generadas, provocando una gran decepción en los electores e incluso sus adherentes y militantes. Recomponer las confianzas, sin traicionar nuestra esencia, es fundamental durante estas elecciones primarias. Sin embargo, los primeros signos que dejan los debates y propaganda de las primarias nos reflejan un grado de confusión absoluta en relación al discurso y proyecto actual y futuro de la izquierda chilena, lo cual hace aún más complejo el panorama. Reposicionar la izquierda con perspectiva de gobernabilidad requiere un componente de pragmatismo y otro de generosidad, pero con claras definiciones ideológicas en torno a lo que somos y representamos.
La izquierda chilena no ha sido capaz de proponer un modelo económico, político y social que sea alternativa al sistema imperante. En campaña se levantan consignas revolucionarias, pero al gobernar terminan capitulando, casi sin resistencia, como la concertación y el actual gobierno y, muy por el contrario, en su gestión logran fortalecer y perpetuar aquello que prometieron reformar. Está claro que posturas muy radicales e idealizadas, desde arriba de un árbol o las tesis gastadas y algo incoherentes ideológicamente de los 90’, ya no tienen espacio en una urgente y necesaria mirada de futuro de la izquierda chilena. Podemos aprender del pasado para no cometer los mismos errores, pero debemos planificar con mirada de futuro, para problemas nuevos con ciudadanía distinta. Otros tiempos, otros problemas, otras soluciones, otras prioridades.
A la diversidad de partidos y miradas de izquierda les hace falta con urgencia razones que justifiquen la unidad. La falta de diagnóstico, ideas y objetivos comunes nos lleva sólo a disputas fratricidas, que nos fragmentan y nos impiden avanzar en la sociedad que aspiramos. Reconocer que sólo “juntos es posible”, construyendo grandes mayorías que den gobernabilidad y continuismo a proyectos con gradualidad, hoy es más urgente que antes. Para ello debemos reconocernos en la diversidad, respetarnos en nuestras posturas y definiciones, y disputarnos el poder con sentido de fraternidad. La unidad estratégica debe ir acompañada de ideas comunes. Debemos procurar: crecimiento económico con mayor bienestar social, que dé más estabilidad y certezas a las familias; la construcción de mayorías buscando mecanismos democráticos para solucionar nuestras diferencias; ofrecer una mirada de futuro con reformas necesarias y urgentes en donde todos se sientan parte del desarrollo y crecimiento del País; avanzar hacia un Estado de Bienestar Social imprimiendo cambios en un clima de sociedad en evolución. Una especie de pragmatismo ideológico, sin dejar de avanzar en los cambios que requiere la sociedad en términos estructurales. Una mirada de futuro con los pies bien puestos en el presente.
El resultado post elección primaria presidencial desnudará nuestra realidad. Podemos salir fortalecidos o debilitados dependiendo de nuestra madurez, intereses, mezquindades y egoísmos. La primaria debe ser una expresión de unidad y su resultado debe ser más fortaleza electoral y programática que, independiente de quien gane, proyecte al pacto a posibilidades de gobernabilidad integradora, concreta y eficaz.